Ciencia
y pseudociencias 2008
Módulo
II: El individuo, la sociedad y las pseudociencias
Resúmenes
de las conferencias y currículos de los conferenciantes
Contenidos
Sacerdotes, científicos y
embaucadores. 1
El curioso efecto
de lo que no existe. 3
Experiencias
inusuales cercanas a la muerte. 5
¿Nos engaña
nuestro cerebro?. 8
¿Por qué creemos
lo que creemos?. 10
Pensamiento
crítico y evolución. 12
Salud, amor o
trabajo: ¿adivinan los adivinos?. 15
Crónicas de
Paranormalandia. 17
Astrología para
incrédulos. 19
Uso y abuso de la
ciencia en la publicidad. 21
¿Creó Dios a los
fósiles?. 23
Historia y
leyenda de los aborígenes canarios. 26
Ciencia y
pseudociencias en los tribunales. 28
Ovnis: la
invasión que nunca llegó. 30
El fraude en la
ciencia: un toque de autocrítica. 33
Logros y fracasos
de la Arqueoastronomía. 35
Homeopatía: una
pseudociencia muy rentable. 37
De la Sábana
Santa a los iconos sangrantes. Historia del cristianismo paranormal 40
A propósito de la
energía (positiva, por supuesto) 42
Mesa redonda:
¿Triunfan socialmente las pseudociencias?. 44
Teresa
González de la Fe
Doctora.
Catedrática de Universidad. Departamento de Sociología. ULL
Instituto
Universitario de Ciencias Políticas y Sociales. ULL
Martes,
22 de abril de 2008. 17:30 – 19:00
Ciencia y religión son
formas de conocimiento que los humanos hemos construido a lo largo de la
historia. El conocimiento, hecho posible por el lenguaje, es la herramienta
adaptativa de la especie humana. La religión es más antigua que la Ciencia y en todas las culturas humanas conocidas hay alguna religión. La Ciencia aparece en el siglo XVII: tiene apenas cuatrocientos años. Vamos a ver en qué se
parecen y en qué se diferencian las religiones y la Ciencia. Empezaremos definiendo la religión y la Ciencia, las diferencias entre ellas y
acabaremos con las pseudociencias, un subproducto cultural con auge creciente
en los medios de comunicación.
Respecto a la religión, la definimos como 'un sistema de creencias y prácticas
que unen en una misma comunidad moral, llamada Iglesia, a todos los que a ella
se adhieren' (Durkheim). Las religiones dividen el mundo en dos polos opuestos:
lo sagrado y lo profano. Por ello, podemos decir que la religión es el culto
tributado a una divinidad por una comunidad (Iglesia) regida por profesionales
(sacerdotes), basado en un conjunto de creencias y de prácticas que varían
según la época, el lugar, la cultura y la sociedad que la produce.
Históricamente han existido muchísimas religiones y en la actualidad la
variedad religiosa es grande. Todas las religiones se consideran verdaderas y
consideran que los que no creen en ellas están en el error. Igualmente, todas
las religiones implican una moral: unas reglas sobre lo bueno y lo malo, sobre
la virtud y el pecado.
Para caracterizar a la Ciencia, consideramos que Ciencia es lo que hacen los
científicos, pero también un método para producir conocimiento cierto y
certificado, y el resultado de lo que hacen los científicos aplicando el
método: descubrimientos que se publican en artículos científicos o se recogen
en invenciones diversas (vacunas, nuevos materiales, videojuegos, etc.). Por
ello, la Ciencia es tanto una actividad (la creación de conocimientos
especializados sobre todos los campos de la realidad), un método (el
científico) y un resultado (los conocimientos teóricos y aplicados de las
distintas disciplinas y especialidades científicas).
El conocimiento científico ha ido desplazando a la religión como la base de las
descripciones y explicaciones del universo, de la naturaleza y de la vida
social y humana, fenómeno que Weber llamó 'desencantamiento del mundo': la
sustitución de explicaciones míticas, religiosas y mágicas por explicaciones
laicas, técnicas y racionales. Hoy, la religión ha pasado a ser una cuestión de
la vida privada y se da un desplazamiento de la verdad desde el campo de la
religión al campo de la Ciencia. La Ciencia nos proporciona el conocimiento más
fiable que poseemos y el apelativo de 'científico' viene a equivaler al de
'verdadero'.
Analizaremos algunas diferencias entre Ciencia y religión. Las verdades de la Ciencia siempre son provisionales porque se basan en fenómenos que ocurren de forma regular,
como resultado de alguna ley natural o mecanismo de actuación. Las verdades de
las religiones son eternas porque se basan en dogmas sobre acontecimientos
extraordinarios y misteriosos. Además, Ciencia y religión implican mecanismos
psicológicos distintos: la Ciencia apela a la razón, la prueba y el
universalismo, la religión apela a la fe. La fe excluye la duda, mientras que la Ciencia hace de la duda una parte sustancial del procedimiento de crear y certificar el
conocimiento ('escepticismo organizado'). Una diferencia más profunda consiste
en que la Ciencia no trata de imponer una moral basada en principios aceptados
por la fe o deducidos de ella. Las religiones, históricamente, han usado sus
explicaciones del orden cósmico para intervenir activamente en la producción de
un orden social determinado. La eficacia de resultados del conocimiento
científico ha hecho que la religión haya ido perdiendo peso frente a las
explicaciones científicas y pase a ser considerada cada vez más como un ámbito
perteneciente a la esfera privada de los individuos.
Que no nos creamos al pie de la letra las explicaciones religiosas, no
significa que hayan desaparecido de la escena de los conocimientos presentes en
la sociedad. Más bien todo lo contrario. En los últimos tiempos asistimos a una
creciente presencia de toda clase de contenidos mágicos, esotéricos,
misteriosos y anticientíficos en los medios de comunicación que buscan captar
creyentes y seguidores para sus diversas doctrinas. Son lo que se suele llamar
pseudociencias. Las pseudociencias comparten algunas características con la
religión, como la invocación a entes inmateriales o sobrenaturales no
accesibles al examen empírico, como fuerza vital, alma, superego, creación
divina, destino, energías positivas, etc.
Bibliografía
Russell, B.:
Religión y ciencia. Ed. F.C.E. Colección Breviarios
Bunge, M.:
Pseudociencia e ideología. Alianza Universidad
Ziman,
J.: La credibilidad de la ciencia. Ediciones del Prado
Información
en Internet
http://www.arp-sapc.org
http://www.caosyciencia.com/
Teresa
González de la Fe es
doctora en Sociología (1985) y Catedrática de Sociología de la ULL (2004), donde imparte docencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. De 1996 a 1999 ocupó la Dirección General de Universidades e Investigación del Gobierno de Canarias.
Desde 2001 a 2006 dirigió el Instituto Universitario de Ciencias Políticas y
Sociales de la ULL. Sus investigaciones y publicaciones abarcan cuestiones de
teoría social, epistemología y sociología de la ciencia y la innovación. Dirige
en la actualidad el grupo interdisciplinar e interuniversitario SCITECAN para
análisis del sistema de ciencia, tecnología e innovación de Canarias http://www.iccppss.ull.es/scitecan/
. Desde 2002 imparte un doctorado sobre Cambio social y cambio tecnológico,
en relación con las TIC y las redes telemáticas, especialmente Internet. Es
Vicepresidenta de la Federación Española de Sociología (FES) y responsable de su Comité Científico.
Volver al inicio
Carlos
Santamaría Moreno
Doctor.
Profesor Titular de Universidad. Departamento de Psicología Cognitiva, Social y
Organizacional. ULL
Martes,
22 de abril de 2008. 19:00 – 20:30
- ¿Existe algún otro detalle acerca del cual desearía usted llamar mi
atención?
- Sí, acerca del curioso incidente del perro aquella noche.
- El perro no intervino para nada.
- Ese es precisamente el curioso incidente -dijo como comentario Sherlock
Holmes.
Arthur Conan Doyle (Estrella de plata).
La mayoría de las personas no tenemos esas habilidades de razonamiento que
hicieron famoso a Sherlock Holmes. Nos resulta muy difícil caer en la cuenta de
que a veces lo que no ha sucedido puede ser tan digno de consideración y tan
necesario para llegar a una conclusión razonable como lo que efectivamente
pasó. En esta conferencia trataremos de demostrar que esta limitación operativa
muestra sus efectos en diversos campos del comportamiento humano. Defenderemos
que su relevancia es mayor de la que los psicólogos le hemos atribuido, hasta
el punto de que ciertos fenómenos clásicos de la Psicología y muchos enigmas de nuestro comportamiento pueden entenderse como casos
particulares de este fenómeno general.
Una de las cuestiones epistemológicas más obstinadamente inextricables de toda la Historia de la Filosofía es sin duda la que se conoce como 'problema de la inducción' o
'problema de Hume'. Dicho problema puede formularse así: no existe ninguna
cantidad suficiente de enunciados de observaciones particulares que nos permita
inferir lógicamente, y sin restricciones, un enunciado general o ley. Por usar
un ejemplo clásico; por más cisnes blancos que veamos no dispondremos de
evidencia suficiente para sustentar la universal: 'Todos los cisnes son
blancos'. Sin embargo, en este asunto se manifiesta una clara asimetría
epistemológica puesto que si bien un número infinito de enunciados de
observaciones particulares no sustenta una proposición universal, una sola
observación particular puede acreditar la contraria (la negación) de dicha
universal. Es decir, que la observación particular de un solo cisne negro
refrenda la proposición: 'No todos los cisnes son blancos'.
Tal vez el filósofo que
más partido haya sacado de esta asimetría sea Karl Popper. Para Popper el
conocimiento (tanto el científico como el cotidiano o psicológico) no se genera
por la acumulación de información y la consecuente inducción de reglas, sino
mediante conjeturas que pueden ponerse a prueba. Estas conjeturas pueden estar
basadas en un número limitado de enunciados de observaciones (o incluso en
premisas de origen mítico), pero han de tener la propiedad de ser refutables:
ha de estar definido el conjunto de observaciones que demostrarían la falsedad
de la conjetura. Es decir, las proposiciones de conocimiento se definen por el
conjunto de enunciados de observaciones que niegan en lugar de hacerlo por el
que afirman, lo que evita (en principio) el problema de Hume. La asimetría de
los universales (ningún conjunto de observaciones los valida, cualquier
observación contraria los falsa) confiere a la información negada por un
enunciado un estatus epistemológico privilegiado sobre la afirmada por el mismo
enunciado. Esta ventaja, podría hacernos pensar que un sistema desarrollado
para maximizar la adquisición del conocimiento debería haber generado un
mecanismo que fuese particularmente sensible a las implicaciones de falsedad.
Por ejemplo, ante la hipótesis: 'Todos los cisnes son blancos', dicho sistema
haría bien en focalizar la atención hacia la posibilidad de existencia de
cisnes que no fuesen de ese color (aquello que no existe, de acuerdo con la
proposición). Sin embargo, en muy diversos ámbitos de la investigación
psicológica encontramos evidencia contraria a tal planteamiento.
Desde un punto de vista clásico, la inducción de conceptos y reglas debería
producirse por la acumulación de evidencia tanto positiva como negativa. Sin
embargo, existe un fenómeno bien establecido en este ámbito que se conoce como
'efecto de las características positivas' (feature-positive effect) que
consiste en que tanto las personas como los animales encuentran especiales
dificultades para aprender que la ausencia de una característica es
informativa). Por ejemplo, Newman y sus colaboradores encontraron que los
sujetos necesitaban una media de veintiocho ensayos para inducir una
determinada regla cuando ésta consistía en la presencia de una característica,
y una media de ochenta y cinco como tres ensayos cuando la regla se basaba en
la ausencia de la misma característica.
Últimamente ha surgido una explicación del fenómeno en términos más generales:
más que un sesgo de verificación, los efectos dependerían de una tendencia a
representar los casos verdaderos más bien que los falsos. Esta explicación es
una de las propuestas fundamentales de la teoría de modelos mentales: el
principio de verdad. Si bien este procedimiento no garantiza la adecuada
resolución de algunos problemas, tiene una gran ventaja adaptativa: evita la
sobrecarga de memoria. Se presentarán en esta conferencia numerosos datos en
apoyo de tal hipótesis.
Bibliografía
Fernández-Berrocal, P. y Santamaría,
C.: Manual práctico de psicología del pensamiento. Ariel. Barcelona. 2001
Gigerenzer, G., Todd, P. M. &
the ABC Research Group: Simple heuristics that make us smart. Oxford University Press. New York. 1999
Gilovich, T., Griffin, D. and Kahneman, D. (Eds.): Heuristics and
Biases: The Psychology of Intuitive Judgment. Cambridge University Press. New York.
2002
Carlos Santamaría
Moreno
es Doctor en Psicología y Profesor Titular de Universidad en la Universidad de La Laguna. Investiga sobre los procesos de razonamiento y comprensión. La
pregunta esencial de su investigación sería: ¿cómo pensamos las personas? Ha
publicado varios libros como Introducción al razonamiento humano en
Alianza Editorial e Historia de la psicología: el nacimiento de una ciencia
en Ariel. Es coautor de Comprensión y adquisición de conocimientos a partir
de textos en Siglo XXI y Prácticas de psicología del pensamiento en
Ariel. En 2008 se ha publicado una obra de divulgación de la que es coautor: El
psicoanálisis ¡vaya timo! en editorial Laetoli. También es autor y coautor
de diversos trabajos de investigación publicados en revistas internacionales.
Entre otros reconocimientos ha recibido el Premio Nacional de Investigación
Educativa y el Benito Pérez Armas de Novela.
Volver al inicio
Marisela López Curbelo
Doctora.
Profesora Titular de Universidad. Departamento de Personalidad, Evaluación y
Tratamientos Psicológicos. ULL
Miércoles,
23 de abril de 2008. 17:30 – 19:00
La intención de esta
conferencia es modesta y su nivel intencionadamente sencillo. Pero su enfoque
puede parecer bastante inusual respecto a las opiniones usuales. El foco de
interés aquí será tomar algunas experiencias como fenómenos psicológicos, y no
como fenómenos paranormales o místicos.
De entre todas las alteraciones psicológicas que en el cerebro se producen
pocas han llamado tanto la atención entre la gente como las experiencias
cercanas a la muerte y las experiencias de salirse del cuerpo, quizás porque
tras ellas se quiere ver un halo de trascendencia o una prueba de que hay algo
más allá de la muerte, siempre inquietante e intrigante.
Sentimos no poder despejar estas dudas trascendentales, pero lo que sí podemos
hacer, dentro de nuestras posibilidades, es intentar explicar por qué ocurren.
Estas experiencias son objeto de estudio de la psicopatología porque
representan alteraciones que se producen en el curso o en el proceso de una
actividad mental. Su relación con la psicopatología viene determinada por las
reacciones que tales experiencias provocan en las personas que las sufren y que
están en función de nuestros tipos individuales de aprendizaje y experiencias
previas. Algunos sistemas nerviosos son más reactivos que otros, por ello los
umbrales de reacción son diferentes, es decir, que algunas personas son muy
sensibles, con lo cual reaccionan ante un mínimo estímulo volviéndose
vulnerables a sufrir alteraciones quizás poco usuales, aunque no extrañas como
es el caso de la experiencia de salirse del cuerpo y de las experiencias
cercanas a la muerte.
La experiencia de
salirse del cuerpo se produce en algunas ocasiones en el transcurso de una
experiencia cercana a la muerte, pero también en otras circunstancias no tan
traumáticas como es el estado hipnótico o durante la meditación. También se
pueden provocar voluntariamente. Entre sus características se encuentran la
sensación de separarse del cuerpo y su retorno a él, la impresión de flotar y
una visión, normalmente, desde arriba de nuestro propio cuerpo. Las teorías que
intentan explicarla se basan en que su producción tiene que ver con situaciones
de alto estrés, con alteraciones en los niveles de conciencia o bien con
problemas del cerebro a la hora de procesar la información.
Con respecto a las experiencias cercanas a la muerte podemos argumentar,
contrariamente a lo que se piensa, que no sólo se producen en momentos cercanos
a la muerte, sino también en situaciones de intenso peligro físico o emocional
que provocan un estrés elevado, convirtiéndose en reacciones de defensa, como
en el caso de los escaladores y aviadores que han sufrido estas experiencia
ante la falta de oxigeno. Sus características suelen ser complejas y variadas,
y las personas que la han sufrido la describen como la visión de un túnel con
una luz en el extremo, sonidos inusuales, experiencias de salirse del cuerpo,
visión de amigos o familiares fallecidos, revisión panorámica de la vida,
sensación de frío, etc. No siempre aparecen todas estas características y
tampoco ninguna de ellas es propia de esta experiencia, ya que pueden
presentarse o bien como síntoma de otras alteraciones o por sí solas. Se dan
tanto en adultos como en niños, con la excepción de que en estos últimos la
revisión de la vida, o el encuentro con familiares o amigos fallecidos no se
produce. Esto puede ser debido a que en los niños algunas creencias todavía no
están tan arraigadas y a que su vida ha sido más breve.
Una explicación bastante acertada sobre cómo se producen estas experiencias es
la dada por Susan Blackmore, que afirma que estas experiencias son originadas
por el cerebro y son el producto de la función y de la química cerebral, por lo
que no pueden producirse si el cerebro deja de funcionar; si no, sería
imposible su registro y recuerdo. La pregunta sería: ¿se producen en el momento
justo antes de perder la conciencia o cuando se ha perdido ésta, pero el
cerebro sigue registrando acontecimientos?; ¿o tienen lugar, por el contrario,
cuando se está volviendo en sí? Este sería el dilema a resolver.
Existen diversas deficiencias metodológicas en el estudio de estas
alteraciones. En un número importante de artículos se intenta demostrar la
existencia del más allá, y otros muchos adolecen de graves deficiencias en
cuanto a la recogida de la información de las personas que lo habían sufrido,
pues la mayoría son relatadas por terceras personas o tras un periodo de tiempo
bastante largo, con lo cual se producen muchos errores y lagunas de memoria.
Las investigaciones científicas al respecto establecen que las experiencias
cercanas a la muerte, como la experiencia de salirse del cuerpo, son
alteraciones de los procesos psicológicos que no son atribuibles a un trastorno
mental y tampoco son evidencias de la existencia de vida después de la muerte.
Bibliografía
Alvarado,
C.S.: Mapping
the caracteristics of out of body experiences. Journal of the American
Society for Phisical Research, 91. 1997. pp. 15-32
Blackmore, S.: La máquina de
los memes. Paidos.
Barcelona. 2000
Cardeña, Lynn & Krippner: Varieties
of anomalous experience: Examining the scientific evidence. APA. Washington D.C. 2000
Rodríguez,
P.: Morir es nada.
Ediciones B. Barcelona. 2002
Información
en Internet
www.susanblackmore.co.uk/si91nde.html
Marisela López
Curbelo
es Profesora Titular de Psicopatología General en la Universidad de La Laguna, con una antigüedad de diecisiete años y con artículos publicados
sobre trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo, violencia de
género y salud mental. Asimismo cuenta con cuatro libros publicados, dos de
ellos sobre la fobia a viajar en avión, un manual de entrenamiento sobre
control emocional y otro sobre las competencias psicológicas en el uso del arma
de fuego por parte de la policía. Ha impartido diversas conferencias y cursos
sobre entrenamiento en control emocional. Su lección magistral en el examen de
oposición al cuerpo de funcionarios fue sobre la experiencia de salirse del
cuerpo y experiencias cercanas a la muerte. Es Directora desde hace trece años
del Practicum de Psicología Clínica y de la Salud que se realiza en el Consorcio
Sanitario de Tenerife, Área de Salud Mental.
Volver al inicio
Carlos
J. Álvarez González
Doctor.
Profesor Titular de Universidad. Departamento de Psicología Cognitiva, Social y
Organizacional. ULL
Miércoles,
23 de abril de 2008. 19:00 – 20:30
Nuestro
cerebro es fruto de miles de años de evolución, siendo un mecanismo sumamente
complejo. Como cualquier otro órgano, para poder entender por qué es así tanto
estructural como funcionalmente, tenemos que referirnos a su carácter
adaptativo desde la perspectiva de la teoría de la evolución de Darwin. En este
sentido, nuestros procesos cognitivos son y han sido eficientes, rápidos y
adaptativos de cara a la supervivencia. Un ejemplo lo constituye nuestra
percepción, la cual nos suministra información relativamente fiable de lo que
nos rodea con notable rapidez. Otro, nuestra memoria, cuya capacidad y
velocidad de almacenamiento y recuperación no puede compararse al mejor
ordenador.
Pero, como consecuencia de esta versatilidad, existen ciertas desventajas en
este sistema de procesamiento de información tan eficaz, rápido, económico y,
sobre todo, automático. En otras palabras, nuestro cerebro puede jugarnos malas
pasadas y 'engañarnos' debido a la falta de control consciente de dichos
mecanismos. Así, por ejemplo, las ilusiones perceptivas y las alucinaciones son
más comunes de lo que solemos pensar y pueden darse en una amplia variedad de
circunstancias. Nuestra percepción no supone realizar copias del mundo real, a
modo de fotografías, sino que los mecanismos perceptivos son reconstructivos:
nuestro cerebro añade información a la que se está procesando y viene de fuera,
del estímulo. Puede afirmarse que nuestro cerebro, en buena medida,
'interpreta' de forma automática e inconsciente el mundo que nos rodea. Como
fruto de esos automatismos, las ilusiones y las alucinaciones son frecuentes en
personas normales y sin patologías. Son el precio que debemos pagar por la
eficacia y rapidez (y automatismo, de nuevo) de nuestras funciones cerebrales.
Las ilusiones ópticas, por ejemplo, se dan en todos los niveles de
procesamiento o estadios del proceso de la visión, desde la percepción temprana
de la imagen, donde nuestro sistema visual procesa básicamente el contraste
(claros y oscuros), con poca influencia de nuestras representaciones mentales,
pasando por la percepción del color (con mecanismos fisiológicos bien conocidos
situados tanto en la retina como a nivel más central, en el tálamo y el
córtex), hasta llegar a los niveles de percepción de la forma, del movimiento,
de la profundidad, etc. Además, nuestras expectativas y creencias pueden
influir en cómo percibimos el mundo.
Nuestra
memoria a largo plazo posee una capacidad inigualable, si la comparamos con
cualquier dispositivo artificial de almacenamiento de información. Pero como
siempre, las ventajas adaptativas y el hecho de que nunca se agote nuestra
capacidad memorística es a costa de algo. Es capaz de retener tanta información
debido a sus propiedades selectivas y reconstructivas. Cada acto de
almacenamiento de información supone una alteración (muchas veces automática y
no consciente) del input o estímulo. Además, cada vez que recuperamos
información, los recuerdos almacenados son transformados también y
reconstruidos. Uno de los inconvenientes es que los recuerdos casi nunca son
perfectos, sino que sufren elaboraciones y reconstrucciones. El caso más claro
y más investigado recientemente es el de los recuerdos falsos. A pesar de que
solemos creer lo contrario, la investigación demuestra que todos tenemos
recuerdos falsos, de eventos que no han ocurrido o que no hemos visto, oído,
etc. Además, resulta fácil implantar recuerdos falsos, bien de forma consciente
o inconsciente, sobre todo en terapias de corte psicoanalítico o mediante
hipnosis. Se ha demostrado que muchos supuestos recuerdos reprimidos o
recuperados a través de la hipnosis (como aquellos de abusos sexuales en la
infancia, o supuestas experiencias traumáticas) son realmente recuerdos falsos
que el psicoterapeuta, involuntariamente, ha inducido en el paciente porque
precisamente ese tipo de recuerdos son los que busca o espera encontrar. Es una
versión de la denominada 'profecía autocumplida'. La repercusión de casos de
supuestos abusos sexuales perpetrados muchas veces por los padres del paciente
en la infancia, y 'recuperados' luego bajo este tipo de terapias
pseudocientíficas, ha sido enorme en países como EEUU. La psicología científica
ha salido al paso, demostrando en muchos casos que dichos eventos no existieron,
sino que fueron inducidos en las sesiones terapéuticas. En esta misma línea, se
ha demostrado también que no existe la llamada regresión hipnótica: el hecho de
que podamos viajar al pasado o a otras vidas. Lo que realmente sucede es que el
hipnotizado, normalmente personas muy sugestionables, es sugestionado para que
'viaje al pasado'. En realidad, lo que está haciendo es una especie de role-playing
o ejercicio de imaginación.
Estas propiedades de nuestra mente explican muchas de las experiencias anómalas
relacionadas, supuestamente, con lo paranormal y esotérico. Sin embargo, a la
luz de lo que la psicología y las neurociencias nos enseñan, este tipo de
fenomenología tienen una explicación racional en cómo funciona esa compleja y
maravillosa máquina que es nuestro cerebro
Bibliografía
Rodríguez Hidalgo, I., Díaz Vilela,
L., Álvarez González, C.J., Riol Cimas, J.M.: Ciencia y
pseudociencias: realidades y mitos. Equipo Sirius. Madrid. 2004
Rubia, F. J.: El cerebro nos
engaña. Temas de Hoy. Madrid. 2000
Información
en Internet
http://www.salleurl.edu/~se03855/pvisual/Home/Indice.htm
http://digital.el-esceptico.org/leer.php?id=1688&autor=618&tema=75
Carlos
Javier Álvarez González
es Doctor en Psicología y Profesor Titular de Universidad en el Departamento de
Psicología Cognitiva, Social y Organizacional de la Universidad de La Laguna. Su campo de investigación es la neurociencia cognitiva del
lenguaje, concretamente percepción y producción de palabras. Es autor de
publicaciones internacionales en revistas científicas de prestigio, en revistas
nacionales, así como capítulos de libro sobre estos temas. Colabora con
investigadores australianos y europeos, y ha sido profesor e investigador
invitado en la Universidad de Nueva Gales del Sur (Sydney, Australia), en la Universidad James Cook (Cairns, Australia) y en el Instituto Max Planck de Psicolingüística (Nijmegen,
Holanda). Está interesado por la divulgación de la ciencia, el fomento del
pensamiento crítico y la visión escéptica de las pseudociencias. En esta línea
ha publicado libros, capítulos de libro y artículos en revistas de divulgación
y en prensa diaria, y ha participado en diversos programas de radio y
televisión.
Volver al inicio
Luis
F. Díaz Vilela
Doctor.
Profesor Titular de Universidad. Departamento de Psicología Cognitiva, Social y
Organizacional. ULL
Jueves,
24 de abril de 2008. 17:30 – 19:00
En esta conferencia se intentará
responder esta pregunta según el conocimiento que tenemos de la génesis y
función de las creencias. En primer lugar definiremos el término “creencia”
como una asunción o conjunto de asunciones acerca de la realidad que damos como
válidas; una conclusión o conjunto de conclusiones consistentes con la
evidencia disponible, que permanecen de forma más o menos estable en nuestra
mente durante nuestra vida. Las podemos manifestar mediante el lenguaje, y nuestra
conducta se ve afectada por ellas.
Las creencias no requieren una base
experimental y científica, ni siquiera empírica. Algunas veces son el resultado
de un razonamiento o de la experiencia del individuo que la genera o sostiene,
mientras que otras veces son el resultado de la experiencia o el razonamiento
de otro individuo que, mediante el lenguaje la transmite a este individuo, y
este individuo la asume como propia.
Cuando atendemos al formato de las
creencias nos encontramos con tres tipos:
a) Las fenomenológicas se
refieren a un estado de cosas actual (p.e.: “soy un ser humano”; “soy español”,
que diría Torrente; o “la entropía aumenta o permanece constante en cada
proceso físico; o “la homeopatía cura”). No importa si el estado de cosas es
empíricamente comprobable, o simplemente racional, o un absoluto disparate, lo
importante es que haya un sistema mental capaz de asumirla como cierta.
b) Las normativas se refieren a
un estado deseado o deseable de cosas (p.e.: “toda persona decente debería creer
en dios”; o “deberías trabajar en vez de estar holgazaneando todo el día”; o
“los inmigrantes deberían aprender y asumir nuestras costumbres”; o “los
homeópatas deberían ser médicos”, ¡vaya contradicción!; o “tal o cual país
debería ser independiente”). Tampoco importa aquí si el contenido de la
creencia es o no válido.
c) Las causales responden al
formato “si tal cosa es
de una manera, tal otra ha de ser de tal manera” (p.e.: “si soy español y
Cataluña debería ser independiente, yo no debería ser catalán”; o “si soy
catalán … no debería ser español”; o “la luna influye sobre el ser humano, por
tanto, con luna llena hay mayor número y probabilidad de nacimientos”; o “si la
homeopatía es un fraude, quien la aplica es un ¿defraudador, estafador, tramposo?”;
o “si un proceso físico gana entropía entonces el proceso es irreversible”;
etc.). Creo que es en este formato de creencias donde encontraremos el mayor
número de disparates, pues las personas no somos tan racionales como cabría
esperar.
Además de estos tres tipos de
creencias encontramos otros dos tipos en función de la fuente a partir de la
cual se generan: las creencias experienciales, asumidas como resultado
de la experiencia individual en su relación con el mundo (me quemé con la
plancha y desarrollé la creencia “la plancha caliente no se toca por debajo”);
y las creencias sociales, transmitidas por otros significativos (mi
madre, que para mí es muy significativa, me dijo “la plancha no se toca por
debajo”). Es muy importante la condición “significativo” del “otro”. No basta
cualquier otro para que la creencia se asuma, para que, usted que lee esto o yo
que lo escribo, asuma la creencia. Esta significación se la da la persona al
otro, ya sea por su posición social, por su autoridad, experiencia, conocimientos,
poder, carisma, o cualquier otra virtud. Cualquier otro a quien la persona dé
significación puede ser un emisor de creencias.
La última forma de clasificar las
creencias que veremos será según sean raras o normales. Llamaremos creencias
normales a aquellas que asumen fenómenos, normas o causas sobre las que haya
suficiente evidencia empírica, se puedan medir, se puedan explicar
parsimoniosamente mediante la lógica formal, y no contradicen el conocimiento
actual. Las raras serán todo lo contrario, naturalmente. Sin embargo, existe
una frontera difusa entre ambos tipos de creencias, por lo que muchas creencias
son muy difíciles de clasificar por una persona lega. “La homeopatía cura
enfermedades” o “la velocidad tiene un límite” pertenecerían a este tipo de
creencias, cuyos contenidos parecen raros igualmente.
Finalmente nos centraremos en
comprender por qué creemos concretamente lo que creemos. El primer paso será
explicar por qué creemos, para luego explicar por qué lo que creemos. Siguiendo
a Lester, podemos afirmar que las
creencias, como funciones cerebrales, sólo pueden ser entendidas por su valor
adaptativo. Por tanto, consisten en una función necesaria e ineludible por
nuestro cerebro, desarrollada hasta el punto que permitió que algunos primeros
individuos de esta especie estuviesen mejor adaptados y por tanto sobrevivieran
sus genes frente a los de otros individuos incapaces de creer.
Lo que creemos lo creemos porque nos
apetece, nos divierte, o nos genera una sensación necesaria de control y
estabilidad del mundo. Rara vez creemos porque lo hemos comprobado
suficientemente.
Bibliografía
Gilovich, T.: How we know what isn’t so. The Free Press. New York. 1991
Lester,
G.W.: Why bad
beliefs don’t die. Skeptical Inquirer. New York. 2000.
Nov-Dec: 40-43.
Park,
R.: Voodoo
Science. The road from foolishness to fraud. The Oxford
University Press. New York. 2000
Pinker, S.: Cómo funciona la mente. Ediciones Destino. Barcelona. 2001
Shermer, M.: Why people believe weird
thing. W.H.
Freeman & Co. New York.
1997
Luis
F. Díaz Vilela es
Doctor en Psicología por la Universidad de La Laguna (ULL), Profesor Titular de Universidad y Director del Departamento de Psicología Cognitiva, Social y
Organizacional de la ULL. Es especialista en Psicología del Trabajo y ha sido
profesor en los Másters en Prevención de Riesgos Laborales y de Recursos
Humanos de la misma Universidad. Sus investigaciones y publicaciones giran en
torno a los valores laborales, la motivación laboral, la influencia de valores
y creencias sobre la seguridad laboral, las variables de personalidad como
predictoras del rendimiento laboral, la calidad de servicios como proceso
psico-social y la génesis de las creencias paranormales. Ha obtenido el premio
de investigación del Ministerio de Administraciones Públicas en 2005. También
está interesado en la divulgación del pensamiento crítico, participando
activamente en diferentes foros de discusión y divulgación, como cursos,
conferencias y debates televisivos.
Volver al inicio
Eudald Carbonell i Roura
Doctor. Catedrático de Universidad. Área de Prehistoria.
Universidad Rovira i Virgili. Tarragona
Director del Instituto
Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social
Jueves,
24 de abril de 2008. 19:00 – 20:30
No es posible conocer la condición humana si no somos capaces de actuar con criterios surgidos del análisis de nuestra
especificidad; en la medida en que disponemos de más conocimientos sintéticos
sobre nuestro comportamiento etológico, social y técnico, podemos establecer
las lógicas que han de guiar las construcciones
racionales para así dejar de estar sometidos al azar de las leyes naturales
deterministas y liberarnos; en otras palabras, humanizarnos.
Para entendernos como
humanos, debemos pensar y actuar como humanos. Esto quiere decir que, en primer
lugar, tenemos que ser capaces de jerarquizar y discriminar lo que nos hace tal
como somos, teniendo en cuenta que lo que escojamos supeditará fuertemente la definición misma de la condición humana. En segundo lugar, se debe someter a juicio las
actitudes idealistas que nos separan del mundo real y nos transportan al mundo
impreciso de aquello que no es racionalmente aprehensible. En tercer lugar, nos
tenemos que sacar de encima el caduco humanismo idealista de inspiración
irracional, que tuvo valor operativo siglos atrás pero que ahora constituye una
carga pesada. Para acabar, hace falta que todos construyamos una forma de
entender el mundo que sea adecuada a la gran capacidad que tenemos de transformar el entorno y transformarnos a nosotros mismos,
capacidad que hemos adquirido gracias al conocimiento teórico y práctico en el
proceso evolutivo.
Hace falta una última y
gran resocialización del primate humano. En este camino han de converger la racionalidad -que comporta una buena estrategia socializante- y el aumento exponencial de
nuestra sociabilidad como primates técnicos. Pero también se debe asumir que la belleza de nuestra inteligencia está instalada en un cerebro de simio humanizado, cuyo
funcionamiento todavía desconocemos, y que lo que es cultural -y por descontado
social y etológico- todavía está contenido en un órgano que se ha configurado
guardando y discriminando información durante millones de años de evolución aún
no humana.
El Homo sapiens
actual utiliza -utilizamos- la técnica según un comportamiento atávico propio de primates poco evolucionados, propiciado por ideologías de tipo biologista reaccionario
y, por tanto, del todo antihumanas. Aún hoy, en
el ambiente científico se desconoce por qué motivo no se ha producido la socialización de los descubrimientos técnicos, a pesar de que la explicación ha de estar en el marco de la teoría de la evolución. Hecho que sólo se puede explicar mediante una teoría tecno-social.
Hace unos 450.000 años,
los homínidos empezaron a construir nuestra diferencia con la emergencia de la conciencia como forma particular de entender el entorno y a nosotros
mismos. Todos estos son comportamientos técnicos o derivados del progreso que
nos ha dado la técnica y que no ha desarrollado ningún otro animal. Las
diversas adquisiciones que se van socializando y que se convirtieron en
universales en las últimas especies de nuestro género, nos crearon inseguridad,
y esta inseguridad hacía necesaria la invención de seres superiores capaces de integrarlo todo y de tutelarlo todo, y a quienes podíamos hacer responsables, tanto de las cosas buenas que sucedían como de las
malas. Desde el mismo momento que se hizo presente, esta seguridad delegada ha
dominado el carácter racional de nuestras adquisiciones técnicas y sociales. El
miedo a conocer y la inseguridad fueron la sopa primigenia de las actuales indecisiones metafísicas.
La dualidad imaginada entre la biología y la cultura para diferenciarse del resto de las especies ha ido consolidando una visión idealista de la humanidad y la bifurcación se ha hecho más y más evidente en el transcurso de la historia evolutiva de las últimas especies de nuestro género. En las grandes sociedades
clásicas del Homo sapiens, lejos de tener un papel integrador, la dicotomía se fue consolidando. Después, todas las culturas y las sociedades que las
desarrollan han ido asumiendo mayoritariamente y de forma natural la bifurcación, sin darse cuenta de que es una posición que aliena a los humanos de su realidad
vital.
Estamos acostumbrados a
oír hablar de la técnica como si se tratase de un elemento deshumanizador, y
muchos ciudadanos asocian progreso a destrucción, aunque la mayoría social no renuncia al progreso; un conflicto difícil de resolver si no se produce un cambio
de actitud profundo. La dicotomía entre humano racional y humano animal desarrollada por los idealistas, nos sirve en este
caso como herramienta para explicar una realidad. Estamos utilizando la técnica como micos socialmente poco desarrollados, débilmente socializados; la técnica, en sentido metafórico, todavía no está en manos de unos humanos humanizados.
Para resumir: la técnica es la base fundamental para articular una teoría de la operatividad que nos ha llevado a la ciencia y la tecnología. La ciencia es el constructor más dinámico de la técnica y, mientras tanto, una y otra están revolucionando de forma
acelerada todos los ámbitos de nuestro comportamiento.
Bibliografía
Carbonell, E.:
El nacimiento de una nueva conciencia. Ed. Ara Llibres. Barcelona. 2007
Bermúdez de Castro, J.M. y Carbonell, E.: Atapuerca. Perdidos en la colina.
Ed. Destino. Barcelona. 2004
Carbonell, E. y Bellmunt, C.: Los Sueños de la Evolución. National
Geographic. RBA. Madrid. 2003
Carbonell, E. y Sala, R.: Aún no somos humanos. Ed. Península. Barcelona.
2002
Información
en Internet
http://www.thinkingheads.com/fichas/ficha_eudaldcarbonel.asp
Eudald
Carbonell i Roura
(Girona, 1953) es Doctor en Geología del Cuaternario por la Universidad Pierre et Marie Curie (1986) y en Historia por la Universidad de Barcelona (1988). Ha efectuado investigación y trabajo de campo en diversos
países. Actualmente es Catedrático de Prehistoria de la Universitat Rovira i Virgili y Director del Instituto de Paleoecología Humana y Evolución
Social. Entre sus hitos científicos destaca el reconocimiento del poblamiento
antiguo de la Península Ibérica, que condujo a la investigación multidisciplinar en Atapuerca, que codirige desde 1991 con los Drs. Arsuaga y Bermúdez de
Castro. Los hallazgos de Atapuerca están conmocionando a prehistoriadores y
paleoantropólogos por la evolución de la tecnología lítica, por los fósiles de la Sima de los Huesos y por los restos de TD-6, que definen una nueva especie homínida, el Homo
antecessor, el explorador que salió del continente africano. Ha publicado unos
trescientos artículos científicos y de divulgación. Es autor o editor de unos
treinta libros de Prehistoria.
Volver al inicio
Carlos
J. Álvarez González
Doctor.
Profesor Titular de Universidad. Departamento de Psicología Cognitiva, Social y
Organizacional. ULL
Martes,
29 de abril de 2008. 17:30 – 19:00
Predecir
el futuro ha sido una preocupación constante del ser humano a lo largo de la
historia. Desde el Oráculo de Delfos en la Grecia clásica, es posible observar cómo en prácticamente todo grupo humano y en cualquier civilización han
existido personas supuestamente investidas con el don de la adivinación o la
videncia, dotados con el poder de adivinar el devenir. Estas capacidades han
correspondido a roles tales como astrólogos, brujos, chamanes, sacerdotes, etc.
Sin
embargo, dentro de las supuestas habilidades de adivinación, habría que
distinguir fundamentalmente entre dos facetas distintas: la profecía y la
videncia 'en directo' o referida a una o varias personas concretas que se
encuentran presentes en el momento de la adivinación. Dentro de estas últimas
podríamos incluir a los actuales tarotistas o videntes. En el caso de las
profecías, los supuestos profetas pretenden hacer predicciones sobre hechos o
eventos futuros de tipo muy general, tales como catástrofes, inundaciones o
guerras. En este sentido resulta curioso observar cómo son precisamente este
tipo de eventos negativos y apocalípticos los preferidos por los profetas.
Aparte de los profetas bíblicos, uno de los casos más conocidos de predicciones
es el de Miguel de Nostradamus, médico francés del siglo XVI, quien
supuestamente realizó predicciones absolutamente detalladas y correctas sobre
múltiples eventos. Pero cuando se analizan sus cuartetas de forma desapasionada
y escéptica, uno se percata inmediatamente de que sus profecías son vagas y
ambiguas, que utilizan un lenguaje críptico y que su significado depende de lo
que el interpretador quiera encontrar, siendo posibles múltiples
interpretaciones. De hecho, resulta imposible encontrar ni una sola cuarteta
con un significado lo suficientemente claro como para que tenga un valor
predictivo real: sus significados siempre cuadran después de haber
ocurrido, y a ello es a lo que se han dedicado los creyentes e interpretadores
de Nostradamus a lo largo de los siglos hasta la actualidad. Científicos y
escépticos han abordado el análisis de las profecías tanto desde un punto de
vista lingüístico como psicológico, y han encontrado una serie de estrategias o
propiedades, muchas de las cuales comparten las profecías con la videncia 'en
directo'. Son estas estrategias las que explican por qué tanta gente cree que
los adivinos o profetas realmente aciertan en sus predicciones. Dichas
estrategias tienen que ver con el lenguaje utilizado, que suele ser ambiguo y
oscuro. Además, normalmente las afirmaciones de los pronosticadores son muy
generales, de forma que encajen con cualquier evento o persona.
En el caso de la videncia 'en directo' o referida a una persona en concreto,
también cabe preguntarse por qué los adivinos, mediums y astrólogos hacen creer
a tanta gente que tienen tales poderes. La respuesta a esta pregunta la ha
aportado la Psicología. Toda una serie de técnicas psicológicas muestran que,
utilizadas por personas entrenadas, permiten obtener información del cliente,
como por ejemplo ciertas dotes para la observación atenta, logrando que una
persona crédula se convenza de que el vidente en cuestión realmente tiene dichos
poderes. Una buena observación de gestos, forma de vestir, forma de hablar,
etc., permite a una persona entrenada obtener una gran cantidad de información
que, sin duda, redundará en apariencia de éxito por parte del adivino para la
persona crédula que, no nos engañemos, quiere que el 'profesional' tenga éxito.
En este sentido, ganar la colaboración consciente o inconsciente del cliente es
fundamental. A través de la mirada, de leves movimientos de cabeza o de
afirmaciones o negaciones explícitas a preguntas, es posible obtener
información determinante para el éxito de la sesión. Otras estrategias
consolidan el éxito de tal impresión. Entre ellas podríamos mencionar: 1)
emplear afirmaciones generales que cuadren en un amplio número de personas; 2)
hacer preguntas que, una vez obtenida la evidencia del acierto, se conviertan
en afirmaciones; 3) utilizar instrumentos tales como cartas de tarot o bolas de
cristal, las cuales dan aire de profesionalidad y, sobre todo, tiempo para
pensar; 4) ser buen oyente (muchas personas lo que necesitan es hablar y se ha
comprobado que mucha información es aportada directamente por el cliente); y 5)
decir a la gente lo que quiere oír (un adivino que sistemáticamente prediga
hechos negativos y/o le lleve la contraria al cliente tiene el fracaso
asegurado. A dichas técnicas habría que sumar la predisposición de quien
solicita los servicios de un tarotista o astrólogo, así como el hecho de que,
pensemos lo que pensemos, los seres humanos tenemos más cosas en común que aquellas
que nos diferencian. Por ejemplo, las preocupaciones suelen ser siempre las
mismas (amor, dinero, salud…). Por último, existen toda una serie de
consecuencias filosóficas, psicológicas y éticas de las técnicas adivinatorias,
que nos conducen a la conclusión de que tales poderes simplemente no existen.
Bibliografía
Álvarez,
C. J. Predicción y precognición: una perspectiva psicológica. En Rodríguez Hidalgo, I., Díaz Vilela, L., Álvarez González, C.J., Riol Cimas, J.M.: Ciencia y
pseudociencias: realidades y mitos. Equipo Sirius. Madrid. 2004
Información
en Internet
http://skepdic.com/coldread.html
http://www.skeptics.com.au/journal/coldread.htm
http://www.arp-sapc.org/
Carlos
Javier Álvarez González
es Doctor en Psicología y Profesor Titular de Universidad en el Departamento de
Psicología Cognitiva, Social y Organizacional de la Universidad de La Laguna. Su campo de investigación es la neurociencia cognitiva del
lenguaje, concretamente percepción y producción de palabras. Es autor de
publicaciones internacionales en revistas científicas de prestigio, en revistas
nacionales, así como capítulos de libro sobre estos temas. Colabora con
investigadores australianos y europeos, y ha sido profesor e investigador
invitado en la Universidad de Nueva Gales del Sur (Sydney, Australia), en la Universidad James Cook (Cairns, Australia) y en el Instituto Max Planck de Psicolingüística
(Nijmegen, Holanda). Está interesado por la divulgación de la ciencia, el
fomento del pensamiento crítico y la visión escéptica de las pseudociencias. En
esta línea ha publicado libros, capítulos de libro y artículos en revistas de
divulgación y en prensa diaria, y ha participado en diversos programas de radio
y televisión.
Volver al inicio
Ricardo
Campo Pérez
Licenciado.
Investigador. Departamento de Filosofía. ULL
Martes,
29 de abril de 2008. 19:00 – 20:30
De
tarde en tarde, las encuestas de opinión sobre creencias en fenómenos extraños
o paranormales nos sorprenden con resultados siempre superiores a lo que sería
usual esperar en una sociedad como la nuestra, de carácter cientifista. Pero
esas encuestas sólo nos informan de una opinión: nada nos dicen de la auténtica
naturaleza de los supuestos fenómenos a los que se refieren. Muy probablemente,
esos altos índices de creencia sean esgrimidos por los cultivadores del
misterio para justificar su labor o como pruebas indirectas de la
realidad empírica de ciertos fenómenos, versión injustificada del refrán cuando
el río suena, agua lleva.
En una primera aproximación, los fenómenos paranormales pueden dar la impresión
de ser completamente marginales, periféricos en el discurrir psíquico normal
del individuo o en el habitual acontecer de los acontecimientos de la
naturaleza. Su ocurrencia se nos presenta como un brote extraño desviado en
buena medida de la normalidad. Y al mismo tiempo, al menos para el creyente o
partidario de la realidad de estos episodios, poseen una elevada importancia
potencial: a su través es posible percibir o intuir la existencia de un más
allá, de otra esfera de la realidad, de otra dimensión, de unas capacidades
insospechadas de nuestro cerebro y, por tanto, de una sobrehumanidad, de un
entorno paralelo libre de las constrictivas leyes espaciotemporales del
nuestro. Ésta podría ser una de las claves de la popularidad de lo paranormal
en nuestra cultura.
Los fenómenos paranormales engloban una gran cantidad de creencias y presuntos
sucesos. Pero hay que tener en cuenta que no existe una definición del término
paranormal satisfactoria, coherente y positiva, entendiendo por tal la que no
hace referencia a hechos negativos o no explicados; mal podemos por tanto
asignar este calificativo a un conjunto de ocurrencias si no hemos delimitado
con anterioridad qué características son las definitorias. No obstante, en el
terreno de las creencias paranormales los sobreentendidos son muy poderosos,
factor que los medios sensacionalistas aprovechan con éxito.
Dos son los grandes campos del espectro parapsicológico: las potencialidades
ocultas de la mente (telepatía, psicoquinesis y precognición) y los fenómenos
que tienen lugar en la realidad esporádicamente (psicofonías, materializaciones
teleplásticas, poltergeist, etc.). Esta distinción es conveniente,
siquiera para introducir algo de orden en un conjunto de rumores y creencias
caótico.
La parapsicología es en buena medida deudora del ocultismo decimonónico en sus presupuestos
ideológicos. Otra característica importante es la exigencia de sus practicantes
de que la ciencia reconozca su validez como campo de investigación y
experimentación. De hecho, la fundación de la parapsicología como praxis
pretendidamente científica tiene lugar en 1882, con la constitución de la Society for Psychical Research, entidad que pretendía desmarcarse claramente
del espiritismo reinante por entonces e investigar a los médiums y sus
actividades. A lo largo del siglo XX fueron muchos los intentos, más o menos
científicos, de probar alguna de las capacidades psíquicas paranormales, sin el
éxito esperado por sus proponentes. Entre los estudios sobre las capacidades psi
llevados a cabo destacan los de Joseph Banks Rhine, en la Universidad de Duke, en los años treinta del pasado siglo. Hans Bender, Charles Tart y
Charles Honorton fueron algunos de los continuadores, y actualmente existe la
cátedra Arthur Koestler de parapsicología en el Departamento de
Psicología de la Universidad de Edimburgo. El principal problema al que se
enfrentan los proponentes de lo paranormal, al margen de cuestiones
metodológicas, es la indistinción entre esa esfera anómala y la magia o el
mentalismo. Los magos o prestidigitadores, incluso los principiantes, pueden reproducir
las supuestas capacidades paranormales de conocidos artistas que se hacer pasar
por psíquicos, como Uri Geller o Ted Serios. Geller es quizá el más
popular, y ha visitado España en varias ocasiones, la más renombrada a mediados
de los años setenta en el programa de TVE1 Directísimo. Magos y
escépticos como James Randi o Martin Gardner reproducen estos poderes y han
alertado en numerosas ocasiones de la necesidad de que magos profesionales
formen parte de los protocolos de investigación paranormal.
Es obligado hacer referencia a uno de los episodios más conocidos de la
fenomenología paranormal en todo el mundo: las caras de Bélmez de la Moraleda (Jaén). La publicación de artículos críticos en el diario El Mundo en octubre
de 2004 destapó un rumor que llevaba desde 1971 en el imaginario de los
creyentes, sólo aireado de vez en cuando por fuentes sensacionalistas para
fortalecer su inexistente extrañeza.
En esta charla nos acercaremos a algunos de los tópicos paranormales de forma
crítica, es decir, analizando en lo posible sus fundamentos, la presunta
naturaleza de los fenómenos y las estrategias usadas por los que abogan por la
realidad demostrable de su existencia en nuestro mundo.
Bibliografía
Randi,
J.: Fraudes paranormales. Fenómenos ocultos, percepción extrasensorial y
otros engaños. Tikal Ediciones. Gerona. 1994
Gardner,
M.: La ciencia, lo bueno, lo malo y lo falso. Alianza Editorial. Madrid.
1988
Charpak, G.
y Broch, H.: Conviértase en
brujo, conviértase en sabio. La desmitificación científica de las
supersticiones y los fenómenos paranormales. Ediciones B. Barcelona. 2003
Broch, H.: Magos, gurús y
sabios. Una explicación sencilla de lo inexplicable. Editorial Gedisa.
Barcelona. 2007
Información
en Internet
http://www.circuloesceptico.com
Ricardo
Campo Pérez es
Licenciado con Grado en Filosofía y desarrolla una tesis doctoral en el
Departamento de Filosofía de la Universidad de La Laguna sobre la ideología de la New Age y sus antecedentes filosóficos, una de cuyas
manifestaciones es la creencia en las capacidades ocultas de la mente y la
actualización del ocultismo. Ha participado en diversos congresos donde ha
abordado aspectos de esta materia. Es patrono de la Fundación Anomalía (www.anomalia.org),
entidad que se ocupa del estudio de la influencia de los avances científicos y
tecnológicos en la cultura popular y la presencia de lo maravilloso en
nuestras sociedades, etc., y socio cofundador del Círculo Escéptico (www.circuloesceptico.org).
Desde 1988 ha dedicado especial atención a las manifestaciones psicosociales
del mito de los ovnis en Canarias, como las derivadas de los fenómenos
observados en los años setenta ocasionados por lanzamientos de misiles Poseidon
de la Armada norteamericana en el Atlántico norte.
Volver al inicio
Inés
Rodríguez Hidalgo
Doctora.
Profesora Contratada Doctora Tipo I. Departamento de Astrofísica. ULL
Investigadora.
Instituto de Astrofísica de Canarias
Miércoles,
30 de abril de 2008. 17:30 – 19:00
Estimado
incrédulo:
¿sabe
usted que entre la Astrología, Astronomía y Astrofísica, materias cuya
denominación comparte la misma raíz, el nombre de la primera tiene una gran
tradición y resonancia científica, ya que etimológicamente significa tratado de
los astros, como Biología es el tratado de la vida o Geología, de la Tierra? ¿Se ha percatado de que la Astrología, más allá de presentar una explicación de cómo
funciona el mundo, busca ofrecer al hombre algo esencial en lo que depositar la
fe? ¿Ha pensado, entonces, si existen razones para creer en la Astrología? Desde el punto de vista del rigor científico de este conocimiento milenario,
¿sabe que Astrología y Astronomía fueron lo mismo en su origen, y que grandes
astrónomos como Ptolomeo o Kepler realizaron prácticas astrológicas muy
sofisticadas y precisas? En el marco de la religiosidad, de la profundización
filosófica, o sencillamente del crecimiento personal, hay muchas personas
interesadas en estudiar y perseguir la armonía entre el ser humano y su
entorno: ¿se da cuenta de que la Astrología establece conexiones entre el hombre y el Cosmos, considerando y analizando el influjo de éste sobre aquél? Es
posible que sepa que tendencias actuales, aunque con ancestrales raíces,
enmarcadas en el amplio ideario de la New Age reconocen tales influencias, no exentas de lógica, científicamente hablando (recuérdese, por ejemplo, el
efecto de las mareas sobre las masas de agua de nuestro planeta). ¿Reconocería
que al ser humano le tranquiliza saber que su destino no es responsabilidad
exclusivamente suya, sino que puede estar escrito en las estrellas o ser,
cuando menos, inspirado por éstas? Nótese que una afirmación como esta no
debería ser tachada de obvia o frívola, ya que hace referencia a sentimientos y
esperanzas, legítimo objeto de estudio de la Psicología actual, pero cuya complejidad sitúa su investigación en las fronteras mismas de la Ciencia… ¿Admitiría que la Astrología ocupa un lugar privilegiado entre las disciplinas
científicas, ya que incorpora conocimientos procedentes de la Mitología, el Arte, la Psicología...? ¿No constituye esta multi-disciplinariedad un valor
añadido que hace a la Astrología menos fría y alejada del hombre que otras
ciencias? Cabe plantearse una cuestión de especial importancia en el contexto
histórico, social, cultural, económico... que nos ha tocado vivir. En un mundo
en continuo cambio, progresivamente deshumanizado y amenazado por el dominio de
las máquinas, ¿no puede la Astrología, al desvelar inclinaciones de nuestra
personalidad y carácter, ayudar al ser humano a profundizar en el conocimiento
de sí mismo, y abrir vías de compatibilidad con otros semejantes, que favorecen
la construcción y mantenimiento del entramado social?
Por
otra parte, como buen incrédulo, sin duda no ignora ciertas cuestiones incómodas que proyectan sobre la Astrología sombras de duda: ¿”funciona”, aunque sus principios se basen en una visión
geocéntrica del mundo superada desde Copérnico?; ¿son doce las constelaciones
zodiacales o habría que incluir una más, según la Unión Astronómica Internacional?; ¿por qué todos los signos duran aproximadamente lo mismo si
sus constelaciones tienen diferentes extensiones sobre el cielo?; ¿qué
ascendente tiene alguien nacido en diciembre en Laponia?; ¿las fechas de los
signos no deberían haberse desplazado en el tiempo debido a la precesión de los
equinoccios?; ¿qué clase de influencia ejercen los astros sobre el ser humano?;
si es gravitatoria, por ejemplo, ¿por qué el horóscopo no considera también las
masas próximas al nacido como la madre, la matrona o el hospital?; ¿hay que
considerar los satélites de otros planetas, los asteroides, los cometas?;
¿existe correlación significativa entre el signo zodiacal y la profesión?;
¿eran erróneos los horóscopos elaborados antes del descubrimiento de Neptuno en
1781, Urano en 1846 o Plutón en 1930?; ¿cuentan también los recientemente
descubiertos objetos transneptunianos?; ¿y las galaxias lejanas?; si lo crucial
es el instante del nacimiento, ¿está el feto en el vientre materno a salvo de
las posibles influencias negativas y podría elegirse un momento
astrológicamente propicio para el parto?; ¿ha evolucionado la Astrología?; ¿qué ha aportado a la Ciencia?; ¿tiene éxito como práctica predictiva?; ¿y como
descriptora de rasgos de personalidad?; ¿qué hay de la Astrología hindú o la china?; ¿los más de seis mil millones de terrícolas se clasifican
esencialmente sólo en 12 tipos de personalidad?; ¿no será esto una clase de
discriminación? (hay muchas más...)
Amigo
incrédulo, buscando respuesta a estas preguntas tiene tema para entretenerse un
buen rato...
Concluyamos
con una más: ¿tiene esta conferencia, dirigida a incrédulos en la Astrología, el propósito de presentarles los fundamentos, desarrollo, cuerpo de conocimiento,
y logros de esta disciplina, o es un discurso no apto para creyentes, que busca
mostrar sus debilidades y contradicciones?
Bibliografía
Motta Cifuentes,
V.: Bases científicas de la astrología. En Rodríguez
Hidalgo, I., Díaz Vilela,
L., Álvarez González, C.J., Riol Cimas, J.M.: Ciencia y
pseudociencias: realidades y mitos. Equipo Sirius. Madrid. 2004. p. 261 y
ss
Toharia, M.: Astrología.
¿Ciencia o creencia? McGraw-Hill. Madrid. 1992
Información
en Internet
http://www.arp-sapc.org/publicaciones/lar.html#astr
www.el-esceptico.org/
http://www.arp-sapc.org/docentes/index.html
Inés Rodríguez
Hidalgo
es Doctora
en Física (Astrofísica), profesora del Departamento de Astrofísica de la ULL y miembro del IAC. Desarrolla una intensa labor como divulgadora científica y ha dirigido
el Museo de la Ciencia y el Cosmos durante tres años. Es autora de numerosas
publicaciones de investigación, así como de artículos divulgativos para
revistas, prensa e internet. Ha escrito varios capítulos en libros y es editora
científica de Ciencia y pseudociencias: realidades y mitos (Equipo
Sirius, 2004). Imparte frecuentemente conferencias y cursos de divulgación,
algunos de los cuales ha dirigido o coordinado; de 2000 a 2004 escribió y presentó la sección semanal Un tiempo para el espacio del programa Canarias
innova de RNE. Es miembro de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico
y se implica activamente en la difusión del escepticismo y la lucha contra las
pseudociencias. Participa en este curso desde su primera edición, como
profesora y coordinadora.
Volver al inicio
José
María Riol Cimas
Doctor.
Profesor Titular de Universidad. Departamento de Bioquímica y Biología
Molecular. ULL
Miércoles,
30 de abril de 2008. 19:00 – 20:30
La publicidad es una
forma de comunicación de masas destinada principalmente a promover la venta de
algún producto o servicio, aunque también se emplea con muy diversos fines
(políticos, religiosos, militares, sanitarios, educativos, etc.). Lo cierto es
que, lo queramos o no, la publicidad contribuye a crear opinión entre los
ciudadanos y a definir hábitos de comportamiento.
Desde que en el siglo XVII los semanarios londinenses comenzaron a incluir
anuncios, los publicistas han empleado las más diversas técnicas y recursos
para conseguir sus objetivos. Uno de ellos, de especial relevancia en el siglo
XX y en el actual, es el uso de la ciencia, básicamente como fuente de
autoridad y, en muchos casos, como fuente de verdad inmutable, ignorando de
esta manera la verdadera esencia de los resultados científicos: la
provisionalidad.
Esta conferencia no pretende ser más que un pequeño recorrido, de carácter
cualitativo y cuantitativo, a través de una serie de anuncios publicitarios que
utilizan a la ciencia y a la tecnología como reclamo, y surge de una sorpresa y
de una duda. Sorpresa ante la enorme y, por lo general, desafortunada
utilización de la ciencia en la publicidad. Duda acerca de si esa lamentable
utilización es fruto de la ignorancia o de la mala intención (o de ambas).
En esta conferencia se
analizan, cualitativamente, distintos anuncios que incluyen referencias a la ciencia,
recogidos de la prensa diaria y de muy distintas revistas semanales y
mensuales. Desde el punto de vista cualitativo se estableció una clasificación
personal que dividía los anuncios en seis categorías: a) anuncios para gente
(muy) inteligente; b) elogio de la investigación; c) la 'última' tecnología; d)
ciencia y técnica: emoción e inteligencia; e) la terminología y los personajes
de la ciencia y f) errores científicos, pseudociencias y creencias. En el
apartado dedicado a los anuncios para gente (muy) inteligente destacan
sobremanera los anuncios de cosméticos, que son un campo abonado para
introducir una larga serie de términos complejos que difícilmente pueden ser
entendidos por un público con una formación media. Parece que ese es el
objetivo: mejor cuanto más complejo sea el término. Como si se tratara de
apabullar al lector haciéndole creer que cuanto mas rara es una palabra más
entidad científica tiene.
Además, para conseguir una aproximación cuantitativa a la presencia de la ciencia
en la publicidad, se comenta un estudio sistemático realizado por el autor con
dos revistas de tirada nacional, una semanal y otra mensual, a la búsqueda de
anuncios publicitarios con referencias a la ciencia. La revista semanal fue una
de información general, mientras que la mensual lo fue de divulgación
científica. Se eligieron dos revistas de características diferentes para
analizar el interés de los publicistas por distintas publicaciones, a la hora
de insertar en ellas anuncios con referencias a la ciencia.
En este estudio se entienden como anuncios alusivos a la ciencia todos aquellos
que a) hacen un uso explícito de las palabras ciencia, técnica, tecnología y
derivadas; b) hacen uso de la terminología y de los nombres de personajes de
las distintas disciplinas científicas y c) hacen uso de imágenes de la ciencia
y los científicos. Se hizo un seguimiento de nueve meses en el caso de la
revista de información general y de dos años en el caso de la revista de
divulgación científica. Se revisaron 7534 páginas y se analizaron 1032
anuncios, de los que 226 (un 22% del total) hacían alusión a la ciencia y a la
tecnología, de acuerdo con los criterios antes citados.
Las principales conclusiones desde el punto de vista cuantitativo fueron las
siguientes: a) el porcentaje de páginas dedicadas a la publicidad en general
(no exclusivamente alusiva a la ciencia y la tecnología) era prácticamente
igual en el caso de la revista de información general y en el de la revista de
divulgación científica, y se situaba alrededor del 15% en ambos casos; b) el
porcentaje de páginas de publicidad alusivas a la ciencia y a la tecnología,
referido al total de páginas de publicidad en general, se multiplicaba por más
de tres en el caso de la revista de divulgación científica, pasando de un 11%
en el caso de la revista de información general a un 37% en el caso de la
revista de divulgación científica y c) el producto en cuya publicidad se
emplean con mayor frecuencia conceptos, nombres e imágenes relacionadas con la
ciencia y la tecnología es el automóvil.
Bibliografía
Moliné,
M.: La Publicidad. Barcelona. Salvat. 1975
Campanario, J. M., Moya, A. y Otero, J. C.: Invocaciones y usos inadecuados de la Ciencia en la publicidad. Enseñanza de las Ciencias. Vol. 19 (1). Junio 2001. pp.
45-56
José
María Riol Cimas es
Licenciado y Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de La Laguna (ULL). Ha sido Investigador posdoctoral en la Universidad Complutense (Madrid), en la Unidad de Metabolismo de los Laboratorios
Farmacéuticos Wellcome (Beckenham, Londres) y en la Universidad Técnica de Viena. Autor de publicaciones internacionales sobre el metabolismo de
hidratos de carbono y sobre mecanismos de transporte de nutrientes a través de
la membrana celular. Ha publicado más de setenta artículos en libros, revistas
y prensa diaria sobre divulgación de la ciencia y de su historia.
Conferenciante en las siete ediciones anteriores de este curso, coordinador en
las dos primeras y director de la tercera y la séptima edición. Editor
científico del libro Ciencia y pseudociencias: realidades y mitos
(Equipo Sirius, Madrid, 2004). Es Profesor Titular de Universidad en el
Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la ULL y director del Aula Cultural de Divulgación Científica de la ULL.
Volver al inicio
Carolina
Martínez Pulido
Doctora.
Profesora Titular de Universidad. Departamento de Biología Vegetal. ULL
Martes,
6 de mayo de 2008. 17:30 – 19:00
Escondida bajo el sonoro
título de Diseño Inteligente se encuentra la vieja doctrina del creacionismo,
que en los últimos años ha empezado a recuperar una peligrosa popularidad.
Creacionismo significa tomar la Biblia, sobre todo los primeros
capítulos del Génesis, como una verdad literal que permite interpretar la
historia del universo y la historia de la vida, incluyendo a los seres humanos.
El creacionismo tiene multitud de matices, pero en términos generales implica
aceptar que la Tierra es un planeta joven (de unos seis mil años, aunque hay
quienes admiten que esa edad podría ser mayor). Asimismo, el creacionismo
mantiene seis días de creación (no obstante, existe un debate acerca del
significado de 'día' en este contexto, pues unos sostienen las literales
veinticuatro horas y otros son más flexibles). Hace especial hincapié en la
creación milagrosa de toda la vida y de Homo sapiens.
Los creacionistas actuales reflejan a menudo un notable entusiasmo por el
mencionado Diseño Inteligente, según el cual la vida en la Tierra es demasiado compleja como para haberse desarrollado sin la intervención de una inteligencia
superior. El Diseño Inteligente, sin embargo, no es una idea novedosa o
reciente. Por el contrario, hunde sus raíces muy atrás en la historia del
pensamiento humano. De hecho, Santo Tomás de Aquino (1224-1274) presentaba
cinco vías para probar la existencia de Dios. La quinta era el argumento del
diseño. La versión de Santo Tomás de ese argumento procedía a su vez de ideas
ya expresadas por Platón y Aristóteles. Pero, a pesar de su larga historia, el
verdadero apogeo del argumento del diseño llegó más tarde. Principalmente en
Gran Bretaña gozó de gran credibilidad en los años comprendidos entre la época
de la revolución científica del siglo XVII y la publicación de El origen de
las especies de Charles Darwin (1859). Su popularidad alcanzó la cúspide
cuando en 1805 salió a la luz la obra escrita por el reverendo inglés William
Paley titulada Teología natural. Partiendo de la observación de que los
organismos vivos son complejos y están bien adaptados a su entorno, Paley
construyó su famosa analogía del reloj. Afirmaba que si alguien se encontrase
con un reloj en el campo, dada la complejidad y la eficacia de este instrumento
para medir el tiempo, resultaría evidente que se trata de un producto
construido por un diseñador inteligente (en este caso un relojero). Siguiendo
el mismo razonamiento, el autor sostenía que los seres vivos debían entenderse
como productos creados por una inteligencia superior.
La obra de Darwin debilitó profundamente el argumento del diseño al proponer
por primera vez una explicación plausible de la gran diversidad y adaptabilidad
de los organismos vivos sin necesidad de invocar a Dios o a ninguna otra fuerza
sobrenatural. En su defensa del evolucionismo, el sabio inglés demostraba con
una abrumadora cantidad de datos y observaciones que todos los organismos vivos
o extintos son el resultado final de un proceso natural de desarrollo a partir
de unas pocas formas, y finalmente de la materia inorgánica.
Desde entonces los creacionistas se han opuesto vigorosamente a la teoría darwiniana,
con grado variable de éxito. En las primeras décadas del siglo XX alcanzaron
cierta aceptación en los Estados Unidos, luego cayeron en un relativo olvido, y
en los últimos años están recobrando de manera alarmante las fuerzas perdidas.
En la letanía de supuestos testimonios creacionistas hay uno favorito y
perenne: los datos paleontológicos. Según ellos, si la evolución hubiese tenido
lugar el registro fósil debería ser continuo y homogéneo, mostrando un sinfín
de formas de transición entre las especies hoy existentes y sus antepasados.
Pero, dado que en la vida real hay muchos 'huecos' entre las diferentes formas,
consideran más riguroso hablar de creación que de evolución.
Los
científicos tienen múltiples respuestas antes tales afirmaciones. Por un lado,
señalan que la existencia de huecos es algo esperado. La fosilización es un
fenómeno poco frecuente -la mayor parte de los cuerpos muertos terminan por
desintegrarse- y lo sorprendente es que algunos se conserven. Y, por otro lado,
el registro fósil no está tan interrumpido.
El creacionismo, desde el punto de vista científico, no tiene valor alguno. La
gran mayoría de los especialistas e instituciones reconocidas rechazan las
afirmaciones sobre el Diseño Inteligente por su total falta de base científica,
y lo califican como una pseudociencia. Pero no hay que infravalorar su poder
social y político y su capacidad para expandirse con los medios del nuevo
milenio.
Ciertamente, aunque con frecuencia se suele considerar un fenómeno
exclusivamente ligado a regiones concretas de los Estados Unidos, la vitalidad
alcanzada en los últimos años por el creacionismo en la potencia más poderosa
del mundo lo está convirtiendo, aunque disfrazado de Diseño Inteligente, en
algo más que un fenómeno local. Sus fanáticos defensores han logrado exportarlo
no sólo a su vecino Canadá, sino a Latinoamérica, África, Australia e incluso a
Europa. Y, en este resurgir del fundamentalismo religioso, los ardientes
defensores de la creación bíblica son capaces de escalar hasta las más altas
cotas del poder político.
Bibliografía
Davies, M.
W.: Darwin y el fundamentalismo. Gedisa editorial. Barcelona. 2000
Gould, S. J.: Ciencia versus
religión. Editorial Crítica. Barcelona. 2000
Sober, E.: Filosofía de la Biología. Alianza editorial.
Madrid. 1993
Información
en Internet
www.sindioses.org/cienciaorigenes/tiempoigual.html
www.biocab.org/Creacionismo.html
Carolina
Martínez Pulido es
Doctora en Biología y Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal.
Ha publicado diversos trabajos de investigación en la especialidad de
Biotecnología Forestal. Ha estado becada durante dos años en la Universidad de Calgary, Canadá. Ha disfrutado de dos estancias en el Centro de
Investigaciones Agrobiológicas de Galicia (CSIC, Santiago de Compostela). Ha
impartido diversos Seminarios sobre Biología Evolutiva. Ha impartido diversas
conferencias sobre pensamiento biológico e Historia de la Biología y colaborado con la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina. Miembro del CEM
(Centros de Estudios de la Mujer) de la ULL. Actualmente desarrolla una línea de trabajo acerca del papel de la mujer en las Ciencias
Biológicas. Ha publicado cuatro libros de divulgación científica sobre este
tema: También en la cocina de la Ciencia (Servicio de Publicaciones de la ULL, 2001); El papel de la mujer en la evolución humana (Biblioteca Nueva, Madrid,
2003); Gestando vidas, alumbrando ideas (Minerva ediciones, Madrid,
2004) y La presencia femenina en el pensamiento biológico (Minerva
ediciones, Madrid, 2006).
Volver al inicio
Sergio
Baucells Mesa
Licenciado.
Investigador. Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua. ULL
Martes,
6 de mayo de 2008. 19:00 – 20:30
Nos adentramos en el
debate epistemológico en Historia sobre la eterna pregunta: ¿cómo sabemos que
sabemos?, enfrentándonos a la noción que la sociedad canaria ha asumido respecto
a los primeros que habitaron estas islas. Empezaremos reflexionando sobre la
necesidad de distinguir entre conocimiento histórico y otro tipo de saberes,
que denominaremos 'creencias'; después revelaremos algunos usos que se ajustan
al segundo grupo. En nuestras conclusiones trataremos de responder a la
cuestión de si 'todo vale en Historia', llamando la atención sobre la principal
responsabilidad del historiador, la socialización del conocimiento.
Conocimiento
histórico y creencia. El postulado tradicional sobre
epistemología propone tres condiciones básicas para discriminar el conocimiento
científico de otro tipo de 'saberes': alguien 'sabe que sabe' porque lo cree
así, porque puede justificar dicha creencia y, consecuentemente, el enunciado
es verdadero. Creencia, justificación y verdad son los tres problemas clásicos
de todo conocimiento científico. Frente a la asunción de conocimiento formal a
través de la Ciencia, existe otro tipo de 'saberes' que englobamos dentro de la
idea de creencia porque sus proposiciones se sostienen únicamente en la fe de
que son reales. En nuestra vida diaria creemos en determinados postulados
-asumimos información- por cuestión de fe, por superstición, por sentido común
y, casi siempre, por principio de autoridad -alguien ha dicho que es así: un
político, un intelectual de prestigio, los medios de comunicación, etc.-. El
problema es que en muchas ocasiones este tipo de información llega disfrazada
de Ciencia, para que quede garantizada su recepción por la sociedad.
Usos
de la Prehistoria de Canarias. En Canarias contamos con
ejemplos contemporáneos sobre el uso a-científico de la Prehistoria: la asociación recurrente entre raza y cultura, los tópicos sobre el aspecto
físico, sobre el equilibrio social y ecológico, o el caso flagrante de las
'Pirámides' de Güímar.
Sin embargo, profundizaremos en otros problemas menos explícitos, pero mucho
más cotidianos, como las creencias que se construyen en torno al indígena
canario y sus manifestaciones, usando tres argumentos fundamentales: a) la
búsqueda de símbolos identitarios; b) la mercantilización de la Historia y c) la proposición de una versión 'alternativa' de la Historia a través de su supuesta 'enigmatización'. Tomaremos como referentes tres ejemplos de
'uso' actual de la Prehistoria canaria o de sus manifestaciones arqueológicas:
a.
La simbología prehispánica en el Arte y la creación de elementos identitarios.
Se analiza la conversión de algunos items -pintaderas, ídolos, grabados, etc.-
en meros signos del pasado, pues están desprovistos de la necesaria explicación
histórica y, por tanto, de su carácter patrimonial, dotándoles de una nueva
función social que tiene que ver con la búsqueda de símbolos identitarios o con
una renovación estética.
b.
El consumo de una 'historia guanche' marcada por el mercado.
El uso de manifestaciones arqueológicas como bienes mercantiles, diseñados por
estrategias de mercadotecnia y, por tanto, convertidos en objeto de consumo
constreñidos a las leyes de la oferta y la demanda. El resultado supone un
desamparo de la Historia frente a posibles manipulaciones guiadas por el
interés privado.
c. Canarias mágica
o la magia de la tergiversación. Hoy el supuesto misterio de nuestra
Prehistoria está plenamente integrado en la sociedad. Se atribuye a todo tipo
de manifestaciones culturales un carácter enigmático que la Arqueología no ha sido capaz de explicar: convierten nuestro pasado en una suerte de
Expediente X, unos enigmas sin resolver. Repasaremos algunas creencias fundadas
en supuestos 'hechos misteriosos' que la envuelven: aspectos 'extraños' de la
religión aborigen, como su carácter animista o la presencia de ídolos, la
hipótesis sobre la presencia de colonias vikingas en Canarias o las conexiones
con Egipto.
d.
No todo vale en Historia: la responsabilidad del historiador.
La enorme popularidad de estos 'usos' pone de relieve nuestra incapacidad para
transmitir conocimiento científico. El problema es cómo hacerlo y aún hoy los
historiadores continuamos debatiéndolo. Pero es obvio que la primera postura al
respecto parte del reconocimiento de que el conocimiento científico, en este
caso histórico, es superior, en cuanto a la relación que mantiene con la
realidad, respecto a otro tipo de creencias. Es superior no sólo porque creemos
que se ajusta más a la realidad, sino porque manejamos argumentos racionales
que justifican el 'por qué afirmamos lo que afirmamos'. Si se atendiera al
grado de complejidad que implica entender nuestro objeto de conocimiento como
historiadores -el proceso social-, no sería tan arbitraria la utilización o
incluso la manipulación de la Historia. Sin embargo hoy mantenemos un enorme
desfase entre lo que investigamos y el conocimiento que revierte a la sociedad
y, probablemente, la razón está en que no habernos convencido de que hacer
Historia tiene un propósito pedagógico, que es necesario traducir con lenguaje
legible a la colectividad el resultado de nuestro trabajo y que esa
responsabilidad no es un complemento a nuestro sueldo sino el principal activo
de nuestro oficio.
Bibliografía
Gándara, M.: Algunas notas sobre
el análisis del conocimiento. Boletín de Antropología Americana, 22.
1990. pp. 5-20
González Gutiérrez, J. G.: Canarias
Mágica. Ediciones Corona Borealis. Madrid. 2003
Navarro Mederos, J. F.: Arqueología-arte:
el indígena y la arqueología en la creación artística. Congreso Nacional de
Bellas Artes “Renovando la tradición”. La Laguna. Universidad de La Laguna. 2006
Ruiz Zapatero, G.: Arqueología e
Identidad: la construcción de referentes de prestigio en la sociedad
contemporánea. ArqueoWeb, 4 (1). Mayo 2002. Revista sobre Arqueología en
Internet.
http://www.ucm.es/info/arqueoweb/numero4_1/conjunto4_1.htm
Vv. Aa.:
I-dentidad canaria. Los antiguos. Artemisa Ediciones. La Laguna. 2005
Sergio
Baucells Mesa es
Licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna y becario de Investigación del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, para
elaborar su Tesis Doctoral sobre el proceso de aculturación de las sociedades
aborígenes canarias, en el Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia
Antigua de la ULL. En calidad de becario también ejerce tareas docentes en la Facultad de Geografía e Historia. En 2003 lee su Memoria de Licenciatura, obtiene el Diploma
de Estudios Avanzados y desarrolla una estancia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México. Premio de investigación Chil y Naranjo
en 2003 por el trabajo Crónicas, historias, relaciones y otros relatos...
(Las Palmas de Gran Canaria, Caja Rural de Canarias, 2004). Ha publicado
libros, artículos en revistas especializadas y ofrecido algunas charlas
generalmente relacionadas con la Etnohistoria y con el tema de su Tesis Doctoral. Actualmente trabaja en el Inventario Arqueológico del Parque Nacional
del Teide.
Volver al inicio
Luis Javier Capote Pérez
Doctor. Profesor
Colaborador. Departamento de Disciplinas Jurídicas Básicas. ULL
Miércoles,
7 de mayo de 2008. 17:30 – 19:00
El
Derecho existe en la medida en que las personas necesitan -necesitamos- de un
sistema de reglas que permita mantener la convivencia social y reconducir
aquellos comportamientos que puedan poner en peligro la misma, hacia unos
términos más aceptables. En este sentido, se considera que el Derecho surge y
tiene como razón de ser a la persona, entendida ésta como individuo, por lo que
se desarrolla entre ambos una relación simbiótica de influencia mutua. El
Derecho nos dice qué tenemos que hacer con carácter abstracto, general y
coactivo, de modo que la obediencia es premiada y la rebeldía es castigada. En
resumidas cuentas, nos plantea lo que es justo (entiéndase como legal) y lo que
no. Al mismo tiempo, es la persona, organizada colectivamente a través de la
sociedad, la que influye, bien directamente (costumbre o Derecho
consuetudinario) bien indirectamente (a través de los representantes en las
cámaras legislativas) a la hora de crear el Derecho y más importante, darle su
concepto de justicia.
Históricamente, toda norma que ha sido Derecho positivo (esto es, que ha estado
vigente y ha sido de obligado cumplimiento) ha tendido y expresado un ideal de
justicia, que se correspondía con el sentimiento predominante de la sociedad
que la creaba y a la cual estaba dirigida esa norma. Podría establecerse un
paralelo entre el concepto de lo justo y el de lo bueno (con sus contrapartidas
de lo malo y consecuentemente punible) pero yendo aún más allá, hay que
plantearse de donde surge ese sentimiento o convicción social de lo que está
bien y lo que está mal, y la respuesta viene dada por el conocimiento que los
componentes de esa sociedad tienen del mundo que les rodea. Lo que saben o lo
que creen saber influye en su concepción de la realidad y consecuentemente en
el ideal de justicia, ya que el conocimiento y la creencia configuran la idea
de lo que es y el ideal de lo que debería ser. Es ahí donde los descubrimientos
derivados de la actividad científica y los prejuicios establecidos por las
prácticas pseudocientíficas ejercen su influencia a un nivel teórico, pero de
gran trascendencia práctica. Para ello, no hay más que ver los ejemplos del
llamado darwinismo social (que desembocó en las ideas racistas de regímenes
como la Alemania nazi o la Sudáfrica del apartheid) o la craneología y
sus relaciones entre la capacidad craneana y la inteligencia (que justificaban
la discriminación de la mujer a nivel jurídico). En el plano positivo, pueden
citarse otros ejemplos que son los que serán objeto de la presente ponencia.
Uno de los aspectos que diferencia fundamentalmente la actividad científica de
las supercherías, es la existencia de aspectos prácticos en los que se concreta
la aplicación de los conocimientos derivados de la primera, en tanto que las
segundas se diluyen en la nada en cuanto se intentan contrastar sus
afirmaciones en un laboratorio con los mínimos requisitos de fiabilidad. Los
descubrimientos abren la puerta a un amplio abanico de aplicaciones prácticas
que, poco a poco, pero de forma vertiginosa en los últimos ciento cincuenta
años, han cambiado nuestra vida cotidiana, en muchos casos para mejor, pero que
en otros han venido de la mano de nuevos riesgos que han provocado la necesidad
de modificar reglas de convivencia que habían permanecido inalteradas durante
mucho tiempo, y lo veremos en varios ejemplos, entre los cuales podríamos
destacar los siguientes:
a) Los avances en tecnología pediátrica y la reproducción asistida:
tradicionalmente, la legislación en la materia se había reducido a los dos
preceptos del Código civil -arts. 29 y 30- que recogían los requisitos de forma
humana del recién nacido y veinticuatro horas fuera del claustro materno.
Actualmente, la técnica permite superar artificialmente ambos criterios, pero
además, introduce nuevas posibilidades como la fecundación in vitro, el
mantenimiento de embriones congelados o el uso de las llamadas 'células madre'
y ha derivado en la necesidad de una nueva legislación que plantee los límites
de estos avances, así como profundas reformas en el plano del Derecho regulador
de las relaciones paterno filiales.
b) La progresiva mecanización de la vida cotidiana: Actividades tan habituales
a día de hoy como los viajes en automóvil o avión o el uso de ordenadores o
maquinaria de todo tipo en el trabajo han motivado cambios sensibles en la
normativa vigente, cuando en el seno de las mismas se derivan resultados
dañinos. El tradicional sistema de asignación de la responsabilidad y la
consecuente obligación de indemnizar, regulado en el art. 1902 C. C.
c) La responsabilidad sanitaria: al hilo del apartado anterior, y también en el
seno de la responsabilidad por daño, merece un tratamiento separado la
situación que se plantea en el ámbito médico.
Bibliografía
Aa. Vv.: Curso de Derecho Civil
(I). Derecho
Privado. Derecho de la Persona. Colex, Editorial Constitución y Leyes, S. A. Madrid. 2001
Bryson, B.:
Una breve historia de casi todo. RBA Editores. Madrid. 2004
Yzquierdo Tolsada, M.: El Derecho Civil de la postmodernidad. Anales de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna, nº 15. Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna. La Laguna. 1998. pp. 338 y ss.
Arquillo Colet, B.: Seguro y
responsabilidad patrimonial.
http://www.indret.com/rcs_articulos/cas/181.pdf
Luis
Javier Capote Pérez
es Doctor en Derecho, Profesor Colaborador de Derecho Civil de la Universidad de La Laguna y Magistrado Suplente de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Especializado en el estudio del timesharing
o multipropiedad, sus líneas de trabajo incluyen el Derecho Agrario, el
Derecho de Familia o el Derecho Inmobiliario Registral. Dirige Radio Campus,
la emisora de la Universidad de La Laguna desde hace varios años. En el campo
de la divulgación científica, ha participado en todas las ediciones del presente
curso, así como en los tres libros que el mismo ha generado. Igualmente, ha
sido coordinador y director del mismo en su edición de 2006. Desde enero de
2005 edita el boletín mensual El Escéptico Digital, de ARP-Sociedad para
el Avance del Pensamiento Crítico.
Volver al inicio
Ricardo
Campo Pérez
Licenciado.
Investigador. Departamento de Filosofía. ULL
Miércoles,
7 de mayo de 2008. 19:00 – 20:30
A
finales de la década de los cuarenta del siglo XX surgió el rumor de que en
nuestros cielos estaban observándose misteriosos objetos voladores de origen
desconocido, a los que se bautizó platillos volantes, más tarde
convertidos en ovnis, término cuya asepsia inicial acabó desapareciendo hasta
convertirse en sinónimo de nave extraterrestre. La antigua idea de la pluralidad de mundos habitados encontró un excelente nicho en los deseos
colectivos de muchos occidentales. La necesidad emocional y la creencia irracional fueron suficientes para que los seres
maravillosos de otras épocas se acercaran ahora a nuestro mundo a bordo de
naves interplanetarias. La moda de los platillos volantes creció
exponencialmente tanto en cantidad (número de observaciones) como en variedad
(agregación de motivos). De las lejanas observaciones de los años cincuenta se
pasó al encuentro cercano con naves u objetos enigmáticos, y de los simples
testigos se desembocó en los contactados, a quienes los seres
extraterrestres usan como transmisores de un mensaje admonitorio o mesiánico.
El mito de los platillos volantes pervive de forma autónoma, con escasas o
nulas interferencias del exterior, que es lo característico de las creencias
cerradas. Se ha dotado de una serie de escudos retóricos y contrafuertes que la
hacen prácticamente inmune a la crítica: la sobrevaloración del testimonio
humano (en particular el de los profesionales aeronáuticos, que son convertidos
en una especie de oráculos infalibles), el secretismo gubernamental, la
existencia de fenómenos no explicados en la naturaleza para justificar con ello
que el fenómeno ovni es un ejemplo más entre otros, el argumento de la
ignorancia (no lo sabemos todo, no podemos conocerlo todo), la necesidad de
albergar una mente abierta como criterio ambiental y universalmente
empleado por todas las heterodoxias imaginables, la crítica escéptica
convertida en difamación y sus practicantes en detractores irracionales,
etc.
Una crítica de esta creencia debe empezar señalando que existen serias
dificultades, prácticamente insalvables, para que alguna inteligencia
extraterrestre se haya presentado en la Tierra a bordo de una nave interplanetaria. En primer lugar, ignoramos si la vida se ha desarrollado en otros
planetas habitables, y mucho más improbable es que ésta haya alcanzado un alto
nivel de inteligencia tecnológica. En segundo, no parece muy probable, según la
teoría evolutiva, que el antropomorfismo de esos supuestos seres -así es como
son mayoritariamente descritos en el folclore ufológico- tenga sentido desde un
punto de vista científico, pues no existe ninguna ley evolutiva en la
naturaleza que tenga a la forma humana como fin.
¿Por qué, entonces, se han producido tantos avistamientos de fenómenos aéreos
extraños en el último medio siglo?; porque el hombre de la calle, cualquier ser
humano, en realidad, puede confundir y malinterpretar estímulos luminosos no
identificados con fenómenos extraños, a los que psicológicamente se dota de
características de las que carecen. Las causas más comunes, como veremos, son
los estímulos astronómicos (planetas, estrellas y meteoroides) y las de origen
tecnológico (aviones, globos sonda, reentrada de chatarra espacial, misiles
balísticos intercontinentales, etc.). Veremos algunos espectaculares ejemplos
de todo ello en la charla.
Por otro lado, la creencia platillista ha sido especialmente propicia para la
gestación de monumentales engaños y fraudes. En el terreno de lo falsario, del
adorno y la tergiversación, han sido más importantes los episodios con un
origen real, aunque explicado, que las puras invenciones ideadas exclusivamente
en la mente de un sujeto interesado en difundir un relato sobre misteriosas
apariciones celestes. Hay una excepción destacada: los cultos religiosos
platillistas, basados exclusivamente en la imaginación y el carisma de un gurú
que se presenta como intermediario con las potencias celestiales alienígenas
evolucionadas, remedo del ocultismo teosofista del siglo XIX.
En
todos los grandes conjuntos de fenómenos podemos hallar o detectar un cierto
número de casos anómalos o que se apartan de la generalidad. Ocurre en
todas las mediciones o en la investigación de casos de asesinato o robo:
siempre quedará un remanente de casos sin explicar. De la misma forma, en la
casuística ufológica es posible encontrar algunos episodios no explicados o
aparentemente no explicables. No quiere esto decir que haya
extraterrestres en la Tierra o que ocurran fenómenos paranormales. Veremos
algunos de estos llamativos casos con la esperanza de que los alumnos puedan
contribuir a su aclaración definitiva, es decir, a la satisfacción intelectual
de la explicación total y definitiva de un aparente misterio, derecho del que
son privados todos los interesados a causa de la nefasta labor de los
traficantes de misterios.
Ovnis, luces en la noche, marcas en el terreno, testimonios, episodios
convertidos en clásicos, encubrimientos gubernamentales, pseudo investigadores
de falsos enigmas...; todo ello forma un rico y variado material mítico con una
historia propia que debe ser examinada a la búsqueda de lo que nos pueda decir
de sus creadores: nosotros mismos.
Bibliografía
Cabiria García,
I.: Ovnis y ciencias humanas. Fundación Anomalía. Santander. 2003
Sheaffer, R.:
Veredicto OVNI. Examen de la evidencia. Tikal Ediciones. Gerona. 1994
Campo Pérez,
R.: Luces en los cielos. Todo lo que siempre quiso saber sobre los ovnis. Editorial
Benchomo. Santa Cruz de Tenerife. 2003.
Campo Pérez, R.: Ovnis ¡vaya
timo! Editorial Laetoli. Pamplona. 2006
Información
en Internet
http://www.anomalia.org
Ricardo
Campo Pérez es
Licenciado con Grado en Filosofía y desarrolla una tesis doctoral en el
Departamento de Filosofía de la Universidad de La Laguna sobre la ideología de la New Age y sus antecedentes filosóficos, una de cuyas
manifestaciones es la creencia en visitas de extraterrestres a la Tierra. Ha participado en diversos congresos donde ha abordado aspectos de esta materia. Es
patrono de la Fundación Anomalía (www.anomalia.org),
entidad que se ocupa del estudio de la influencia de los avances científicos y
tecnológicos en la cultura popular y la presencia de lo maravilloso en
nuestras sociedades, etc., y socio cofundador del Círculo Escéptico (www.circuloesceptico.org).
Desde 1988 ha dedicado especial atención a las manifestaciones psicosociales
del mito de los ovnis en Canarias, como las derivadas de los fenómenos
observados en los años setenta ocasionados por lanzamientos de misiles Poseidon
de la Armada norteamericana en el Atlántico norte.
Volver al inicio
Luis Javier Capote Pérez
Doctor. Profesor
Colaborador. Departamento de Disciplinas Jurídicas Básicas. ULL
Jueves,
8 de mayo de 2008. 17:30 – 19:00
Vivimos
en el marco de una cultura invadida por el fraude. En los últimos tiempos,
hemos visto cómo los medios de comunicación anuncian periódicamente el
descubrimiento de actividades engañosas, surgidas en diversos campos de la
actividad humana. La literatura, las finanzas, la religión… nada parece
librarse de la presencia de personas que, en un momento determinado, incurren
en comportamientos que pueden calificarse como fraudulentos, sin que la ciencia
sea una excepción a esa regla. Sin embargo, la asunción de esta realidad no
implica, en modo alguno, la veracidad de esa afirmación (tan repetidamente
esgrimida desde el mundo de las pseudociencias) según la cual la ciencia o, más
concretamente, los científicos, engañan a la sociedad. Como se verá, también a
la hora de enfrentarse al fraude, la ciencia está muy alejada de aquellas
pretendidas disciplinas que pretenden hacerse pasar por tal.
¿Cuáles
son las formas que adopta el fraude en el ámbito científico? Quienes han
tratado la materia distinguen tres modalidades, bien diferentes entre sí:
En
primer lugar, podría citarse, muy alejada de las restantes, la llamada “ciencia
débil”, cuya actividad, sin ser intrínsecamente engañosa, tampoco resulta útil
de cara al avance del conocimiento, al plantear la mera repetición de lo ya
sabido.
En
segundo lugar, tenemos una actividad científica en la que, sin existir
conciencia ni voluntad de fraude, se acaba produciendo un resultado engañoso,
derivado del empleo de técnicas inadecuadas o de una mala interpretación de los
datos de partida.
En
tercer lugar, tenemos por último una actividad dolosa, en el sentido de que en
ella laten el conocimiento y el deseo de cometer un engaño, y donde se pueden
incluir comportamientos tales como la manipulación de datos o la falsificación
de pruebas o restos arqueológicos.
Aunque
se trata de situaciones bien diferenciadas, cabe la posibilidad de que, en un
momento determinado, se pase de un punto a otro, lo cual depende de la actitud
y el comportamiento de la persona o personas implicadas en la propia actividad.
Un excesivo enamoramiento de las ideas o el deseo de que los resultados de una
investigación coincidan con una visión preconcebida de la solución a un
problema pueden ser los detonantes de esa variación.
¿Qué
puede mover a una persona que desarrolla su actividad profesional en el ámbito
científico a incurrir en comportamientos encuadrables dentro los supuestos
planteados? Los motivos son múltiples. Unos, son predicables de la propia
naturaleza de la actividad científica que, por definición, tiene un acusado
elemento competitivo. La obtención de resultados y su posterior publicación son
la base que permite el acceso a becas y puestos de trabajo. Además, se trata de
una profesión en la que no existe, sobre todo en los primeros años, un término.
Dejar de investigar y de publicar los resultados durante un período
relativamente largo de tiempo equivale a quedar fuera de los circuitos del
conocimiento y, en consecuencia, de los medios para desarrollar la actividad.
También
existen motivos externos, de orden social, económico y hasta político. En
muchos casos, las investigaciones vienen financiadas por entidades públicas o
privadas que exigen, en muchos casos, resultados a corto plazo que puedan
explotarse en el mercado. Si se aúnan estas causas con las anteriores, puede
concluirse que la tensión a la que llegan a estar sometidos los científicos, explica
que en determinados casos se acabe produciendo un comportamiento fraudulento.
¿Cómo
puede identificarse una conducta engañosa en el campo científico? Con carácter
indiciario, se puede sospechar de la existencia de un comportamiento de estas
características a partir de ciertos datos, como pueden ser: el descubrimiento o
resultado se anuncia en los medios de comunicación antes de o en lugar de en
los foros científicos habituales; se dan afirmaciones de carácter genérico, en
lugar de datos concretos y específicos; en línea con lo anterior, se echa mano
de un lenguaje mucho más sensacionalista (e impropio de la literatura
científica) planteándose que el nuevo descubrimiento cambiará o revolucionará
un determinado campo; no se da una información clara (o más bien, se oculta)
del mecanismo empleado para alcanzar las conclusiones planteadas; se apela, en
muchos casos, al argumento de autoridad, según el cual la persona apela a su
prestigio profesional para avalar la validez de sus estudios; por último, cuando
se alzan voces escépticas, críticas o que, simplemente, piden pruebas, el
aludido manifiesta sentirse perseguido o denuncia la existencia de maniobras
para silenciarle, poniendo como ejemplo el caso de Galileo.
¿Existen
medios en el campo científico, para enfrentarse a la existencia del fraude?
Como se planteaba al principio, en este punto la ciencia marca las diferencias
con las pseudociencias. En tanto que éstas, prietas las filas, niegan la
existencia del engaño, aquélla, por su propia naturaleza y con su propio
método, permite el descubrimiento de esos comportamientos que han acabado en
llamarse, no sin cierta razón, “ciencia basura”.
Bibliografía
Park, R.L.:
Ciencia o Vudú. De la ingenuidad al fraude científico. Ed. Random House Mondadori.
2003
Gardner, M.: ¿Tenían ombligo Adán y Eva? Ed. Random House
Mondadori. 2001
Di Trocchio, F.: Las mentiras
de la ciencia. ¿Por qué y cómo engañan los científicos? Segunda edición.
Alianza Editorial. Madrid. 1997
Judson,
H. F.: Anatomía del fraude científico. Drakontos. Barcelona. 2006
Marín Sanguino,
A.: El fraude en la ciencia: un toque de autocrítica. En Riol Cimas, J.M. y Capote Pérez, L.J.: Ciencia y
pseudociencias 2007. La Laguna. 2007. pp. 103-105
Luis
Javier Capote Pérez
es Doctor en Derecho, Profesor Colaborador de Derecho Civil de la Universidad de La Laguna y Magistrado Suplente de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Especializado en el estudio del timesharing
o multipropiedad, sus líneas de trabajo incluyen el Derecho Agrario, el Derecho
de Familia o el Derecho Inmobiliario Registral. Dirige Radio Campus, la
emisora de la Universidad de La Laguna desde hace varios años. En el campo de
la divulgación científica, ha participado en todas las ediciones del presente
curso, así como en los tres libros que el mismo ha generado. Igualmente, ha
sido coordinador y director del mismo en su edición de 2006. Desde enero de
2005 edita el boletín mensual El Escéptico Digital, de ARP-Sociedad para
el Avance del Pensamiento Crítico.
Volver al inicio
César
Esteban López
Doctor.
Profesor Titular de Universidad. Departamento de Astrofísica. ULL
Investigador.
Instituto de Astrofísica de Canarias
Jueves,
8 de mayo de 2008. 19:00 – 20:30
La Arqueoastronomía es una disciplina multidisciplinar, a caballo entre las
ciencias naturales y las humanidades, que se encuentra en proceso de definición
y asentamiento en el mundo académico. Aunque podemos decir que apareció hace ya
un siglo, su corta historia ha estado repleta de controversias, especulaciones
y descubrimientos asombrosos. En las últimas décadas, con la aparición de
trabajos de alta calidad científica, se está logrando un reconocimiento cada
vez mayor en el campo de la arqueología tradicional, incluso en nuestro país.
En la actualidad, no es extraño encontrarnos con contenidos arqueoastronómicos
en cursos, seminarios y congresos dedicados a Arqueología, Prehistoria o
Historia Antigua e incluso existen colaboraciones entre arqueólogos y
astrónomos en distintos proyectos de investigación.
Es
un hecho indiscutible que la Astronomía es una de las ciencias que cuenta con mayor poder de atracción para el público. Sus objetos y lugares de aplicación
son exóticos y distantes, lo que alimenta nuestra imaginación. Por otra parte, la Arqueología es también una disciplina científica muy popular que, al igual que la Astronomía, trata de objetos distantes, aunque en este caso en el tiempo. Además la Arqueología trata un tema muy sensible para el ser humano: su pasado y el de su pueblo, raza
o nación, elemento que suele ser moneda de cambio de posturas e intereses
políticos. Por todo ello, no resulta extraño que la Arqueoastronomía sea una disciplina que despierte el interés de los inventores de misterios y
de los especuladores pseudocientíficos.
En
esta charla trataremos historias y anécdotas sobre tres ejemplos donde la
contribución de la Arqueoastronomía ha tenido una importante repercusión en
distintos ámbitos como son los círculos de piedra de Stonehenge (Inglaterra),
las pirámides de Giza (Egipto) y nuestras cercanas y entrañables Pirámides de
Güímar. El estudio de las orientaciones astronómicas de estas tres
construcciones (dos arqueológicas y la tercera no, aunque algunos intenten
vender lo contrario) ha sido muy diferente, pero todas han tenido sus
claroscuros que nos ejemplifican cómo puede hacerse (y como no) un trabajo
verdaderamente científico en el campo.
Los
círculos de piedra de Stonehenge son, quizás, el yacimiento arqueológico que
más suele relacionarse popularmente con la Arqueoastronomía. Erróneamente atribuidos a la cultura celta de las Islas Británicas, su
verdadero origen hunde sus raíces en la Edad del Bronce. En el siglo XVIII ya
se apuntó su posible uso astronómico, pero fue en los años sesenta del siglo XX
cuando el astrónomo Gerald Hawkins propuso, en la prestigiosa e intachable
revista científica Nature, una densa red de orientaciones astronómicas
en el complejo así como su utilidad como mecanismo para predecir eclipses.
Dicha hipótesis fue duramente criticada por los arqueólogos y sometida a una
profunda revisión crítica desde entonces que, aunque desechó buena parte de las
propuestas de Hawkins, sigue manteniendo el más que posible significado
astronómico de algunos de los elementos básicos del complejo arqueológico.
Las
pirámides de Giza son, posiblemente, el yacimiento arqueológico más famoso del
mundo y una de las construcciones humanas más sorprendentes. Como no podía ser
de otra forma, también fueron fruto del estudio arqueoastronómico temprano, en
este caso por parte de Sir Norman Lockyer a finales del siglo XIX. Medio siglo
más tarde, la astrónoma norteamericana Virginia Trimble estudió las
orientaciones de los denominados “tubos de ventilación” de la Gran Pirámide de Keops y propuso una hipótesis astronómica que ha venido a ser apoyada por
los denominados “textos de las pirámides”. Aunque este podría ser un brillante
éxito de la Arqueoastronomía, no han faltado sus detractores pero también
charlatanes que han propuesto sus propias especulaciones a cada cual más
irracional, corriente que ha dado lugar a la creación de la categoría de
“investigadores” llamados “piramidiotas”, bautizados así por los escépticos más
beligerantes. Comentaremos las especulaciones de personajes como Robert Bauval
y las más surrealistas, perpetradas por Graham Hancock.
Finalmente,
trataremos un ejemplo bastante más cercano, el de las Pirámides de Güímar
(Tenerife). Estos enormes y atractivos montones de piedras han sido fruto de
especulaciones calenturientas de grupos esotéricos que las han relacionado con
los templarios o con enigmáticos seres alados. También han sido estandartes del
aborigenismo, defendidos con vehemencia por grupos independentistas y hasta
puntos de escala intermedios y necesarios para teorías hiperdifusionistas trasnochadas,
como la formulada por el recientemente fallecido explorador noruego Thor
Heyerdahl. Comentaremos de primera mano la formulación de la hipótesis
arqueoastronómica sobre su orientación y sobre su más probable origen, así como
su manipulación por parte del parque etnográfico allí construido para construir
una visión falsa e interesada de la prehistoria canaria.
Bibliografía
Aparicio, A., Esteban, C.: Las pirámides de Güímar: mito y
realidad. Centro de la Cultura Popular Canaria. 2005
Belmonte, J. A.:
Las leyes del cielo. Astronomía y civilizaciones antiguas. Ediciones
Temas de Hoy. Madrid. 1999
Esteban, C.:
Arqueoastronomía y pseudociencia. En Rodríguez
Hidalgo, I., Díaz Vilela,
L., Álvarez González, C.J., Riol Cimas, J.M.: Ciencia y pseudociencias:
realidades y mitos. Equipo Sirius. Madrid. 2004. pp. 249-259
Michell,
J.: Introducción a la astroarqueología. Grupo Anaya. Madrid. 2002
Información
en Internet
http://www.archeoastronomy.org/
César
Esteban López es
Doctor en Ciencias Físicas (Astrofísica) por la Universidad de La Laguna (ULL). En la actualidad es Profesor Titular de Universidad en el
Departamento de Astrofísica de la ULL e investigador adscrito al Instituto de
Astrofísica de Canarias. Investiga en distintos campos de la Astrofísica y en Arqueoastronomía, realizando estudios sobre este último aspecto en distintas
partes del mundo además de Canarias y el territorio peninsular. Ha publicado
numerosos artículos científicos sobre estos temas y ha organizado y participado
en una gran cantidad de eventos científicos internacionales. También dedica
parte de su tiempo a la divulgación científica y del pensamiento crítico. Fue
miembro del equipo del IAC que descubrió la orientación astronómica de las
pirámides de Güímar y es coautor del libro Las pirámides de Güímar: mito y
realidad, donde se analiza el problema de estas construcciones y se plantea
una hipótesis sobre su origen y motivación.
Volver al inicio
Miguel Ángel Sabadell Melado
Doctor.
Editor de ciencia de Muy Interesante
Martes,
13 de mayo de 2008. 17:30 – 19:00
En
2005 The Lancet publicaba un estudio comparativo de todos los
experimentos sobre homeopatía realizados con garantías metodológicas. La
conclusión: «No hay evidencia convincente de que sea superior al placebo». Pero
más importante fue el editorial de la revista, donde decía que, a pesar de
ciento cincuenta años de resultados desfavorables, «cuanto más se diluye la
evidencia para la homeopatía, mayor parece su popularidad».
Los
remedios homeopáticos son de risa. Para hacernos una idea: tomen un grano de
arroz, tritúrenlo y disuélvanlo en un bol de agua del tamaño del sistema solar.
Ahora llenen un vaso con esa disolución y viértanlo en otro bol del mismo
tamaño. Repitan esto cien veces: el vaso final es un potentísimo medicamento
homeopático.
¿Qué
contiene? Agua y sólo agua. En una dilución estándar tendría que beber 29.803 litros para esperar encontrar una molécula de la supuesta medicina.
Pero
el caso más asombroso de magia de mambo-yambo vendida en farmacias es el Oscillococcinum,
el remedio homeopático contra la gripe. Se trata de una dilución 200K de hígado
y corazón de pato. Esto quiere decir que para tomar un millonésima de gramo de
principio activo (el hígado de pato) debe tragar varios trillones de...
-repítase la palabra trillones otras dieciocho veces- trillones de kilos de ese
remedio. El negocio es redondo para la empresa que lo elabora, Boiron: un
hígado de pato de 500 g le permite producir Oscillococcinum para tratar
a toda la población mundial todos los días del año durante cien trillones de...
-repítase trillones otras nueve veces- trillones de años. Vamos, que lo que
usted compra a trece euros las seis dosis de un gramo es sacarosa y lactosa.
Sale caro este azúcar con el que Boiron gana más de trescientos millones de
euros al año.
Quizá
el momento más cercano a una verdadera investigación científica que tuvo la
homeopatía fue en junio de 1988, cuando el inmunólogo francés Jacques Benveniste publicaba en Nature
un artículo sobre la degranulación de basófilos por anticuerpos muy diluidos.
Los sometió a un proceso de dilución muy elevado y observó cómo los basófilos
se degranulaban. El problema no estaba en el hecho en sí, sino en que la
disolución empleada estaba tan diluida que no había ni un solo anticuerpo en
ella. Enviada a la revista Nature, el editorial era suficientemente
explícito: "Cuando creer lo increíble".
Aunque
Benveniste no lo dijo en un
principio, tiempo después empezó a hablar de la memoria del agua. Según
explicaba, el agitado al que es sometida la disolución homeopática transmite
información específica de la molécula al agua, que actuaría como una especie de
molde. La polémica estaba servida y los homeópatas se felicitaban por lo que
era la primera prueba experimental que señalaba un mecanismo de acción a sus
preparados.
Es
obvio que los científicos desconfiaron de estos resultados que contradicen
totalmente las bases de la química. Un equipo liderado por el director de Nature,
John Maddox, acudió al
laboratorio de Benveniste para
observar in situ el experimento, pero los franceses fueron incapaces de
repetir sus propios e increíbles resultados. A lo largo de los años diversos
investigadores han intentado reproducirlos en vano; sólo uno lo consiguió, Madeleine
Ennis, de la Universidad de Belfast. Pero este éxito también quedó en suspenso, pues tampoco nadie ha
podido volver a reproducirlo, como le sucedió a un equipo dirigido por el
vicepresidente de la Royal Society, John Enderby, y siguiendo el protocolo experimental de Ennis.
A
pesar de las críticas Benveniste
empezó una carrera hacia delante, realizando afirmaciones cada vez más
alocadas: la memoria del agua se podía transmitir por las líneas telefónicas e
incluso señales digitales grabadas en el disco duro de un ordenador podían
producir efectos biológicos. Este peculiar fenómeno de acción a distancia fue
puesto a prueba por un equipo financiado por el Ministerio de Defensa
norteamericano utilizando el mismo diseño y aparataje que Benveniste y dirigido por un reputado
homeópata norteamericano, Wayne Jones.
El resultado fue negativo, salvo por un detalle. Cuando participaba uno de los
miembros del equipo de Benveniste,
salían resultados positivos, algo que al propio científico francés también le
pasó y no podía explicar...
La
fabulosa memoria del agua, selectiva para más detalles, porque solo
"recuerda" aquellas sustancias que interesan y no todas las que se
encuentran la disolución, pasó a mejor vida.
Información
en Internet
http://www.arp-sapc.org/articulos/homeopatia/
http://www.quackwatch.com/01QuackeryRelatedTopics/homeo.html
http://www.sciencedirect.com/science/journal/14754916
Miguel
Ángel Sabadell Melado es
Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense (1989) y Doctor cum laude en Ciencias (Física) por la Universidad de Zaragoza (1996). Desde 2006 es editor de ciencia de la revista Muy
Interesante. Ha sido Asesor científico del Pabellón de España de la Expo 2008, Zaragoza (2007-presente); Asesor del Consejero de Ciencia, Tecnología y
Universidad del Gobierno de Aragón (2003-2005); Responsable de divulgación del
Centro de Astrobiología (INTA-CSIC), asociado al NASA Astrobiology Institute
(2002-2003); Colaborador en el History Project de la European Space Agency (ESA) (2003-2006). Además, es colaborador habitual de los
siguientes medios de comunicación: TVE2 (La aventura del saber,
2007-presente); ETB2 (Pásalo, 2004-presente); Aragón Televisión (Sin
ir más lejos, 2007-presente); Tercer Milenio de Heraldo de Aragón
(1994-presente); 20 minutos (Columnista, 2000-presente); Público
(Columnista, 2007-presente).
Volver al inicio
De la Sábana Santa
a los iconos sangrantes. Historia del cristianismo paranormal
Javier
Armentia Fructuoso
Licenciado
en Ciencias Físicas. Director del Planetario de Pamplona.
Director
Ejecutivo de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico
Martes,
13 de mayo de 2008. 19:00 – 20:30
Ya
es parte de la historia de las subastas por Internet: hace unos años se vendía
una tostada en la que había aparecido (milagrosamente, aseguraban) impresa la
cara de la Virgen. Una reliquia como otras similares, también vendidas por
Internet, que no son sino una actualización de muchas que comenzaron siendo
negocio hace más de mil años. De Santos Pañales a Plumas de Arcángel, de Lignum
Crucis a Santos Prepucios, pero sobre todo, ese lienzo que habría envuelto
como mortaja a Jesús tras el descendimiento de la cruz, un Santo Sudario que la Iglesia oficialmente reconoce como objeto de culto pero no milagroso ni verdadero sudario de
Cristo, lo que no le quita para cada año mostrarlo en la catedral de Turín, su
actual morada, con gran éxito de público y crítica. El Santo Sudario es
-incomprensiblemente- objeto de controversia, con partidarios que -con galas de
Ciencia- siguen afirmando que se trata del verdadero de hace dos mil años. Y
que no tienen en cuenta los datos históricos y científicos que demuestran lo
contrario.
Es
una de las facetas de un cristianismo paranormal, que podría resultar
sorprendente en una confesión moderna que ha llegado a afirmar que el infierno
no existe como tal lugar. Sin embargo, y a pesar de tener una larguísima
tradición denostadora de cualquier tipo de superstición, ha sabido mantener
muchas dentro -o al lado- de la ortodoxia: sangres licuefantes como las de San
Genaro o San Pantaleón, aguas que resultan milagrosas como las de Lourdes,
apariciones e iluminaciones marianas, exorcismos y lucha contra presuntas
posesiones diabólicas. ¿Por qué? Sin duda una de las fuerzas de cualquier
creencia es la capacidad de control sobre la realidad, la mediación única -y
únicamente verdadera- con la divinidad, capaz de todos los poderes que resultan
sorprendentes. Y mostrar que uno dispone de la religión más poderosa siempre ha
sido un buen mecanismo de captación y -sobre todo- de convencimiento para los
adeptos.
Sorprendentes milagros, profecías casi imposibles -pero aparentemente
verdaderas-, una iconografía cercana a lo paranormal, con raptos
extraterrestres, naves espaciales, curaciones y resurrecciones... que tampoco
es única ni exclusiva del cristianismo. La interacción entre religiones y
presuntos poderes paranormales es algo habitual: desde los chamanes que curan
por intercesión de espíritus de los montes y los arroyos en América del Sur a
la compleja mezcla de ritual religioso y milagros del vudú y otras religiones
afroamericanas. Elefantes que lloran leche para los budistas, hombres santos y
sanadores por intercesión de todo tipo de espíritus y divinidades...
Solemos entender que una cosa es el ámbito de las creencias y otra la realidad
examinable a ojos de la Ciencia. Las teorías de los 'magisterios separados' que
previenen para algunos de un debate entre la Ciencia y las religiones, se pueden aplicar de forma similar a todo el mundo de los poderes sobrenaturales. Así visto,
el fenómeno religioso, por propia definición, quedaría fuera del alcance del
análisis crítico del escepticismo científico. El caso a menudo mencionado:
ningún católico pretende que tras la consagración el pan y el vino se han
trasmutado en carne y sangre de Cristo más que en una forma metafórica. Ningún
análisis químico podría llegar a probar que hay nada de hemoglobina, o material
genético 'divino', sea como sea tal ADN.
Sin embargo, numerosas afirmaciones que se plantean desde el seno de las
religiones chocan frontalmente con la visión científica y racional del mundo.
Muchas confesiones han ido abandonando, o 'dulcificando' muchas de estas
creencias, como le ha sucedido especialmente al catolicismo, que fue capaz de
abrazar la evolución biológica dejando la literalidad del relato bíblico. Bien
es cierto que con algunos momentos en los que se niega la evidencia científica
para introducir de rondón la intervención divina. Y no es menos cierto que
otras formas del cristianismo mantienen esa literalidad bíblica de forma
beligerante, afectando no sólo a su comunidad de creyentes, sino al conjunto de
la sociedad en aquellos lugares donde pueden intervenir políticamente. Es el
caso de los ataques a la enseñanza de la Biología en varios estados de los Estados Unidos, donde la Ciencia se convierte en una teoría del mismo nivel que la
'ciencia de la creación'. O la pseudocientífica idea del “Diseño Inteligente”
que también está llegando a España. Por otro lado, el mismo catolicismo romano
mantiene falacias interesadas que, aunque están demostradas como tales, les
siguen interesando dentro de su agenda política, como estamos viendo en este
país a la hora de debates sobre la eutanasia, el aborto, la investigación con
células madres embrionarias, o los derechos de las mujeres o de los
homosexuales.
De esta manera, un análisis crítico de todo este bagaje a veces paranormal,
otras pseudocientífico y en otras directamente anticientífico, resulta
conveniente. Con todo respeto a las creencias personales, pero sin claudicar de
seguir empleando la Ciencia y la razón crítica como herramientas de análisis
del mundo en que vivimos.
Bibliografía
Ares de Blas, F.: La sábana santa, ¡vaya timo! Ed. Laetoli.
Pamplona. 2006
Carmena, E.:
El creacionismo, ¡vaya timo! Ed. Laetoli. Pamplona. 2006
Dawkins, R.: The God delusion. Betnam Press. Londres. 2006
Información
en Internet
www.escepticos.org
www.sindioses.org
Javier E. Armentia
Fructuoso
es Licenciado en Ciencias Físicas (Astrofísica) por la Universidad Complutense de Madrid. Tras una carrera docente e investigadora en esa
Universidad (1985-1990) pasó a dirigir el Planetario de Pamplona, puesto que
sigue desempeñando. Paralelamente desarrolla una intensa actividad como
divulgador científico en prensa, radio y televisión. Ha publicado libros y
artículos de diferentes temáticas, principalmente sobre temas astronómicos y
sobre pensamiento crítico, así como sobre periodismo científico. En la actualidad
coordina además la Asociación de Planetarios Españoles y representa a la misma
en la Sociedad Internacional de Planetarios. Pertenece al Consejo Asesor de ARP
- Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, entidad que presidió entre
1992 y 2000. Dirige, para la editorial Laetoli, la colección de pensamiento
crítico ¡Vaya timo!
Volver al inicio
Basilio Ruiz Cobo
Doctor.
Profesor Titular de Universidad. Departamento de Astrofísica. ULL
Investigador.
Instituto de Astrofísica de Canarias
Miércoles,
14 de mayo de 2008. 17:30 – 19:00
A
finales del siglo XIX se produce la penetración en nuestra cultura de la
palabra ‘energía’ y, desde entonces, ha sufrido un fuerte aumento polisémico.
Algunos de los conceptos asociados a esta palabra son erróneos y otros simples
absurdos amparados en el paraguas de respetabilidad que le da la Ciencia. La presente conferencia tratará de aclarar el significado del concepto de energía.
Para ello la dividiré en cuatro partes: la energía en nuestra vida cotidiana;
en la Ciencia; en la Filosofía y, finalmente, en las pseudociencias.
En
la primera parte veremos cómo, para entender nuestro mundo cotidiano, el
concepto de energía es de gran utilidad dada la fuerte simplificación que introduce;
veremos cómo toda la información que nos llega a través de los sentidos
involucra un cambio de energía; que toda actuación sobre nuestro entorno y la
vida en sí misma no son más que una serie de intercambios de energía. Veremos
el origen de toda la energía de la que podemos disponer: la energía
gravitatoria de una inmensa nube de hidrógeno, a través de la formación de
estrellas y las reacciones nucleares.
En
la segunda parte de la conferencia veremos la energía desde el punto de vista
de la Física. Clasificaremos todos los tipos de energía en dos grupos: la
energía cinética -asociada al movimiento- y la potencial -asociada a la
capacidad para realizar trabajo. Veremos cómo uno de los grandes avances de la Ciencia ha consistido por una parte en comprender que el calor es simplemente la energía
cinética de los átomos y moléculas y, por otra parte, en agrupar todas las
energías potenciales en sólo cuatro grupos asociados a las cuatro fuerzas
presentes en la naturaleza: la fuerza gravitatoria, la electromagnética, la
fuerza débil y la nuclear fuerte. Así, todo lo que ocurre en nuestro Universo
puede explicarse usando estos conceptos. Una comprensión más profunda ha
conseguido simplificar aun más esta clasificación agrupando estros tipos en
sólo dos: la energía gravitatoria y la unificada fuerte-electrodébil.
Intentaremos ver por qué los sistemas evolucionan buscando un mínimo de
energía, y trataremos de entender de forma muy simple el primer y segundo
principio de la termodinámica y el porqué de la imposibilidad del movimiento
perpetuo. Veremos la íntima relación de dos conceptos aparentemente poco
relacionados: la energía y el tiempo. El principio de indeterminación nos dice
que ambos son complementarios, de tal forma que la cantidad de energía de un sistema
está tanto más indefinida cuanto menor sea el intervalo de tiempo considerado.
Es más, podremos redefinir la energía como la magnitud complementaria del
tiempo de tal forma que de dicha definición se deduce que energía es
precisamente aquello que se conserva con el tiempo. Por último veremos, muy
brevemente, cual es el significado del concepto de energía oscura introducido
al tratar de entender el origen del Universo.
En
la tercera parte de la conferencia veremos, muy rápidamente, la evolución a lo largo
de la Historia de la Filosofía del significado asociado a la palabra energía: a
pesar de ser introducido por Aristóteles el término no fue usado
científicamente hasta Young (1807) para referirse a la energía cinética. A
mediados del XIX Kelvin y Joule usan energía como concepto unificador de los
procesos térmicos -como la vaporización del agua- y la capacidad para realizar
trabajo. Ciertos científicos de finales del XIX -como el Nobel de Química
Wilhelm Ostwald- llegaron a plantear que la energía era un concepto metafísico:
la sustancia original del universo, algo que no se crea ni se destruye
-relacionándose así con Anaximandro (siglo IV a.C.)- y que es aquello que se
intercambia en los diferentes procesos físicos. Hablaremos muy brevemente de la Liga Monista creada por el biólogo Ernst Haeckel y de su concepto de energía como impulso
interno inherente a la vida y de su consecuencia en la Filosofía: el vitalismo biológico.
En
la última parte de la conferencia veremos como los esotéricos occidentales de
principios del siglo XX encuentran en la palabra energía un comodín con
resplandores de rigor científico, ampliamente aceptado por el público cultivado
y con el que se puede justificar prácticamente todo con un poco de habilidad
retórica. Así veremos aparecer términos como energía positiva o negativa
entendidos como principio vital benefactor o pernicioso. Veremos aparecer
tonterías como los secretos de las pirámides -una especie de herramientas para
concentrar la energía del cosmos; las energías telúricas de las que uno puede
empaparse viajando ciertos días a Machu-Picchu; las energías de los cristales y
otras majaderías. Veremos como a la hora de traducir el esoterismo oriental a
occidente la palabra energía es un comodín fantástico: así una bobada como el
reiki (la sanación por imposición de manos) viene a traducirse como energía
vital del Universo, cuando en su concepción original nada tiene que ver con
eso.
Bibliografía
Frumento,
A.S.: Desmitificando la energía. El Escéptico. Primavera 1999.
pp. 57 y ss.
Sánchez Ferrer,
J.M.: Génesis de la concepción pseudocientífica de la energía. El Escéptico
nº 20. pp. 14 y ss. Septiembre-diciembre 2005.
El
Escéptico nº 21.
Enero-abril 2006. pp. 76 y ss.
Basilio Ruiz Cobo nació en Los
Corrales de Buelna (Santander) en 1960 y reside en Tenerife desde 1985. Es
Doctor en Ciencias Físicas, Profesor Titular de Universidad en el Departamento
de Astrofísica de la ULL e investigador del IAC dentro de grupo de Física
Solar. Autor de más de cuarenta artículos de investigación en revistas
internacionales con árbitro, incluyendo uno en la revista Nature y otro
en Science. Ha sido evaluador de artículos científicos para las revistas
Astronomy & Astrophysics y Astrophysical Journal. Está
especializado en espectropolarimetría (la obtención de información del estado
de la materia a partir del análisis de la luz, en especial de su polarización)
así como en el modelado de atmósferas estelares mediante el uso de códigos de
inversión de la ecuación de transporte radiativo, y en el magnetismo solar. Ha
dirigido cuatro tesis doctorales en estos campos. Es miembro de ARP-Sociedad
para el Avance del Pensamiento Crítico.
Volver al inicio
Modera: Teresa González de la Fe. Participan: Javier Armentia Fructuoso, Miguel Ángel Sabadell Melado y Luis Javier Capote
Pérez.
Miércoles,
14 de mayo de 2008. 19:00 – 20:30
Las pseudociencias son “macanas que se
disfrazan de ciencia”, por usar la conocida definición de Mario Bunge.
Disfrazarse, a su vez, significa hacerse pasar por lo que no se es. Las
pseudociencias, además, vienen en racimos como las cerezas: se coge una y sale
una ristra. Las más populares son las pseudomedicinas, pero entre ellas pueden mencionarse
al psicoanálisis, la astrología, la grafología, la parapsicología o la
ufología.
El tema de la Mesa redonda es una pregunta: si las pseudociencias han triunfado en las sociedades del siglo
XXI, estas sociedades que llaman del conocimiento y de la información. ¿Existe
tal triunfo? Y en ese caso, ¿cuál es su alcance y cuáles pueden ser sus
consecuencias? Pedimos a los ponentes y al público asistente que aporten sus
ideas y argumentos para hacernos una idea cabal del papel de la ciencia y de
las pseudociencias en la sociedad y la cultura actual.
Como esta cultura es multi-mediática
cabe preguntar cómo tratan los medios de comunicación a la ciencia y cómo
tratan a las pseudociencias. ¿Puede decirse que ciertas empresas
multimediáticas y ciertos programas “crean” o “fabrican” a las pseudociencias,
en la medida en que dedican recursos y esfuerzos a visibilizarlas o a filmar
una falsa realidad que les da existencia mediática? Los “misterios” de los himbestigadores
de chaleco
multibolsillo a lo Indiana Jones, esos que se pueden adquirir en deuvedés
coleccionables, ¿son un diseño de marketing destinado a una audiencia
concreta, a un nicho de mercado? ¿Tienen mucha o poca audiencia esos programas
y productos? ¿Cuáles son los perfiles de los clientes?
En el caso de las pseudomedicinas, los
medios de comunicación y la 'gente de la calle' las han glorificado y las han
adoptado de tal modo, que lo “progre” y de “buen rollito” es ir al homeópata,
al acupuntor, al fitoterapeuta, al floristo de Bach o, en Tenerife, a
“Meléndez”. Las pseudomedicinas son un ingrediente más de la empanada cultural New
Age, hija tardía, y podemos preguntarnos si también bastarda, de la
contracultura de los años setenta del siglo pasado. Otros ingredientes son
yogas y budismos diversos, la acupuntura y otras sabidurías milenarias;
terapias de danzas diversas y hasta psicodanza; cartas astrales y una
seudopsicología popular basada en los horóscopos de diversas civilizaciones;
talleres de reequilibrio de energías (mentales o espirituales, por supuesto);
mancias diversas entre las que se está generalizando la grafología en los
protocolos de selección de personal laboral.
Todos estos ingredientes, y otros
similares como las pseudohistorias, se pueden encontrar, juntos o separados, en
las ofertas de verano de diversas universidades, así como en ferias
“alternativas” y en otros saraos de ese estilo, dedicados a entretener y a
sacarle los euros a un sector de la población del que no se dispone de cifras
exactas. ¿Mueven mucho dinero las pseudociencias, especialmente las
pseudomedicinas? ¿Cuántas personas se matriculan en esa oferta veraniega
universitaria? ¿Hay cifras procedentes de fuentes fiables acerca de este sector
de actividad frecuentemente “sumergido” en la economía? ¿Pagan impuestos todas
estas actividades lucrativas? ¿A cuánto ascienden?
Para explicar el auge o el éxito de
las pseudociencias y otros cuentos “chinos” (con el debido respeto a China y a
su cultura) se argumenta con frecuencia que allí donde los niveles educativos
son bajos y la cultura científica está poco presente, cuando no completamente
ausente, es más probable que tengan éxito los diversos grupos de personas que
se lucran con la ignorancia y la credulidad. Canarias ha sido tradicionalmente
un buen mercado para toda clase de curanderos, santiguadoras, sanadores y otros
oficios propios de sociedades agrarias y precientíficas. Pero el relativo éxito
social de las pseudomedicinas entre las clases medias cultas de hoy pone de
manifiesto que no se puede culpar en exclusiva a la ignorancia, ni a los
problemas de la sanidad pública, por más que ambos puedan influir en dicho
éxito. ¿Ese “algo más” tiene algo que ver con el desarrollo de importantes
empresas de farmacopea homeopática? Los fármacos homeopáticos ¿qué proporción
representan en el consumo total de fármacos y medicamentos? ¿Ahorra el sistema
público sanitario con el ejercicio de estas mal llamadas medicinas
“alternativas” y, en caso afirmativo, cuánto?
¿Se puede hablar de una crisis de
credibilidad de la ciencia entre sectores educados de la población de las
sociedades actuales? ¿Hay un déficit generalizado de interés social en la
ciencia? Puede afirmarse que en Canarias sí lo hay, si atendemos a los
resultados de las sucesivas Encuestas de Percepción de la Ciencia y la Tecnología que realiza la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), que sitúan a las islas, junto a Galicia, en los puestos de
cola del aprecio a la ciencia y de la priorización de la inversión en I+D.
¿Hasta qué punto los científicos y los medios de comunicación deben y pueden
influir en este hecho?
Teresa González de la Fe, moderadora.